Hay cosas que suceden y pareciera que nadie se da cuenta y si se dan cuenta, no se reconocen. El suceso a que me refiero es la muerte de los diputados salvadoreños y su piloto, por el cual funcionarios de ese país han tratado de desacreditar a las autoridades de Guatemala con observaciones que a veces parecieran un insulto, pero que el presidente í“scar Berger con buen tino y una paciencia franciscana ha tratado de apaciguar las aguas y, además, poniendo todo su empeño en que se resuelva el caso. Creo que los hermanos salvadoreños no tienen razón de despotricar en la forma que lo hacen, pues si ven un poco para atrás, se darán cuenta que muchos actos de estafa y otros actos criminales que han sucedido en Guatemala, han sido cometidos precisamente por ciudadanos de ese país.
Yo no sé cuál será la honorabilidad de los diputados del Salvador, la cual supongo que ha de ser muy alta, pero teniendo nosotros tan cerca el ejemplo de nuestro Congreso de la República, con diputados que no tendríamos mucha confianza en meter las manos al fuego por ellos, ya que la conducta de algunos de ellos no ha sido precisamente la de ciudadanos honorables, lo cual es fácil de demostrar a través de la publicaciones periodísticas, de actos delictivos cometidos por ellos y que quedan en la impunidad.
Reconocemos que la mayor parte de la población salvadoreña es trabajadora, que ha sabido salir adelante y que siempre le han mostrado su amistad a los guatemaltecos, pero que las declaraciones de sus funcionarios deja mucho que desear, dando la impresión de que el partido de gobierno tiene o se les avecina algún problema y que la salida más fácil es desviar su atención hacia Guatemala. Ojalá que la tormenta que están tratando de producir en Guatemala, con los nuevos hallazgos sobre el caso que se irán dando, esta no se convierta en huracán en la estructura política de El Salvador.