Oye Nazareno? ¿me lo merezco?


Es una vez al año que vista la leva, y esa única vez es para Jueves Santo. Es para participar y vivir intensamente una vez más los breves momentos de apretujante emoción que me embarga al levantar en hombros al Nazareno de Candelaria.

Dr. Carlos Pérez Avendaño

Ese momentito en que se deja oí­r el timbre que nos ordena colocar el hombro bajo el anda y el impactante tronar de los timbales con que se inician los acordes de Una Lágrima, llegan más allá del corazón, llegan al alma, y la conmueven. Es en ese mismo instante en que, como todos los anteriores Jueves Santos, llega, sin anunciarse, esa obligada y repetitiva interrogante: ¿será que yo me merezco esta distinción?

Es esa una duda que por enésima vez se apodera de mi mente y que me obliga a un profundo examen de conciencia que, muy sentido y auténtico, me hace responder: «no, no lo merezco».

Bueno? entonces,? ¿por qué estoy otra vez ahí­? Y esa persistente pregunta se hace más incisiva al continuar escuchando los acordes de «Una Lágrima». Música que inunda el ambiente y sacude todas las conciencias.

¿Será que ahí­ estoy por razones muy lógicas y racionales o será por sentimentalismo, es decir por sentimientos que me afectan de modo exagerado?

Un conjunto de tantos motivos y razones que convertidas en pulsiones me llevan hacia ese Nazareno que parece estar harto de mis pecaminosos quehaceres, de mi pertinaz incomprensión, y de mi soberbia. Pero ahí­ sigues Tú, Nazareno, con la cabeza caí­da con la boca y los ojos resecos que por la deshidratación ya casi no pueden ver, pero que me miran? ¿con lástima?… ¿con desprecio?… ¿con decepción?

Tú Señor, que lo sabes todo, conoces las verdaderas razones que yo no alcanzo a comprender, pero que me llevan a buscarte, y, sintiéndome un Cirineo, pretendo ayudarte a caminar.

La Lila mi mujer siempre me ha acompañado en tu salida, pero por su dolor de columna, por esta vez no podrá estar ahí­ contigo, ni conmigo. Sin embargo, estoy seguro que ahí­ estará.

Las notas musicales de Una Lágrima van llegando a su fin y la Granadera ya anuncia que estás cruzando el umbral de la puerta. Saldrás a recorrer esas calles de tu Guatemala ensangrentada toda por el odio entre hermanos.

Concédenos Señor que el año entrante nuestras calles estén más limpias, que tu agobio sea menos doloroso, que este tu fariseo cargador tenga más limpia su conciencia, y que a la Lila le hayas aliviado el dolor de su columna.

Me pregunto si esas son razones valederas para, dentro de un año, estar ahí­, para, al compás de Una Lágrima, levantarte en hombros y marchar contigo. Bueno? de todas maneras y aún cuando no encuentre razones de peso, ahí­ estaré si es que me concedes la vida.