No hay suficientes razones para celebrar el décimo aniversario de la suscripción del Acuerdo de Paz Firme y Duradera, anota el más reciente Informe Guatemala de la Fundación Derechos Económicos, Sociales y Culturales para América Latina (DESC); aunque hay esperanzas de recuperar su esencia, si participan otros grupos sociales que, hasta la fecha, han estado marginados de este proceso.
La pesada carga oligárquica de Guatemala, agravada por nuevas amenazas de la seguridad transnacional, la globalización económica, la postergada reforma institucional del Estado y una indigente inversión social, además de los nudos en el estado de Derecho que los acuerdos no terminan de desenredar, marcan el pesimismo de la mayoría de los análisis y balances del proceso de paz, afirma el informe.
Sin embargo ?advierte? la propuesta de los acuerdos como imaginario general de una sociedad menos oprimida, insegura y desigual, trasvasa sus documentos y compromisos específicos, y sigue insinuando el borrador de un futuro pacto social en los albores de la tercera década del débil sistema democrático nacional.
Después de hacer un resumen analítico de lo que ha ocurrido durante los últimos diez años en lo que atañe al (in)cumplimiento del Acuerdo de Paz, el documento asevera que la falta de implementar un liderazgo político amplio y de una institucionalidad que le diera sustento y continuidad, dejó libres a los grupos corporativos que creían tener ganada la carta de estadistas desde mayo de 1993; pero, al contrario de lo que supuestamente creyó el presidente ílvaro Arzú y sus asesores, los acuerdos no eran una mampara diseñada para los negocios de las privatizaciones, sino el ancla que reforzaría viejas relaciones oligarcas, que negaban en la economía lo que en la política ofrecían como oportunidades de participación.
Lo anterior podría interpretarse que en la práctica no hubo autoridad qué respetar ni movimiento social orientado en el escenario, para hacer contrapeso, derivando en un desequilibrio de poder real que generó una várice que obstaculizó el fluido de acuerdos que siguen siendo lógicos y necesarios, además de viables desde una visión histórica y panorámica.
De todas formas, empero ?asienta el informe?, se han ganado ciertas condiciones favorables de reconstitución del tejido social, suficientes para atisbar los retos de estos tiempos. Aunque esta reconstitución, ciertamente, es desigual y está afectada por las migraciones económicas, como síntoma del fracaso de integración del modelo económico que cobró forma desde mediados de la década de 1980.
Se ha avanzado en temas de la modernización democrática y en lo que podría denominarse la economía social del mercado, que podría ser irrelevante y reversible, si se vuelve al autoritarismo y si no se le imprime sustento ni muestra su eficacia.
Esta década de paz ?precisa el informe? tiene como coincidencia el fin declarado del Consenso de Washington y la emergencia de movimientos reformistas con vocación de Estado, en Latinoamérica.
Adicionalmente, con excepción de la ruidosa e irreflexiva paranoia sobre el llamado populismo, todo indicaría, nuevamente, que la balanza comienza a inclinarse a favor de las políticas democráticas, la reconstitución del Estado fuerte (que no de fuerza, que conste) y eficaz, lo que no implica un Estado no necesariamente grande, pero sí menos burocratizado, para cumplir con las tareas propuestas y los deberes de una nación civilizada en el nuevo siglo
El análisis de la DESC le concede especial importancia a los dirigentes mayas en la nueva etapa del avance de los acuerdos de paz, porque asumirían mayor responsabilidad en la conducción de procesos sociales y políticos, mientras que las mujeres constituirán una fuerza indispensable que puede transformar un factor necesario de la cultura social y política, en tanto que a las comunidades que defienden el manejo equilibrado de los recursos naturales, de la mano con los movimientos ecologistas, les cabría una enorme beligerancia.
Por su lado, los partidos políticos se verían obligados a realizar una ejecutoria más comprometida con sus comunidades, y convertirse en colectivos más responsables con el futuro de Guatemala y del planeta.
Mediante estos y otros actores, como los medianos empresarios globalizados que hacen política local, y los emigrantes ?aunque con bajo desempeño?, será posible el relanzamiento del proceso de paz, teniendo a tales dirigentes y grupos sociales como punto de referencia inmediato de otras metas y utopías.
(Después de haber celebrado etílicamente los festejos del décimo aniversario del Acuerdo de Paz, el activista social Romualdo Guerra estaba tirado de borracho en una acera. Dos muchachos deciden hacer una buena obra y llevarlo a su casa. En su cartera identifican la dirección y se encaminan a su hogar. Cada vez que intentaban ponerlo de pie, daba el ranazo. Cayó como 10 veces. Finalmente llegan a la casa de Romualdo, tocan el timbre y sale la mujer, a quien le dicen: ?Aquí está su esposo, señora. La doña replica airadamente: ?¡¿Y dónde dejaron la silla de ruedas, par de imbéciles?!).