¿Sabe usted por qué los diputados hacen lo que mejor les plazca, cobran lo que quieren, son irresponsables, cometen delitos a su sabor y antojo y, si lo anterior no fuera suficiente, se ríen a carcajadas en nuestra propia cara cada vez que insultan nuestra inteligencia? No, si usted respondiera que es porque la ley se los permite, está completamente equivocado. Es porque somos dejados, todo se lo permitimos, los consentimos o como se dice en buen chapín, les «topamos» cuanta barrabasada hicieron, hacen y seguirán haciendo.
Así las cosas, nada de extraño tuvo la noticia del viernes 10 de noviembre en que tres diputados se auto invitaron y concertaron un viaje a París, Francia, lo que incluía naturalmente los respectivos viáticos de diez mil dólares, dizque para participar en un seminario organizado por una entidad denominada «Parlamentarios por la Acción Global» -PGA- lo que finalmente resultó ser una farsa, aunque ahora digan sentirse ofendidos, engañados, que fueron sorprendidos en su buena fe, que alguien hizo eso a propósito y tantas cosas más que, como dije al principio, no es más que un insulto a nuestra inteligencia.
Al querernos ver otra vez cara de lo que no somos vale la pena plantear algunas interrogantes ¿cómo es posible que ninguno de los tres viajeros (no precisamente a la vuelta de la esquina) haya intercambiado correspondencia con los organizadores para informarlos de haber aceptado su invitación, confirmar su asistencia y empaparse de todos los detalles del seminario?; ¿qué creen, que todos somos caídos del tapanco, para no saber que nadie emprende un viaje de esa naturaleza con los ojos cerrados para llegar a toparse con la sorpresa que no existía?; ¿en qué cabeza cabe pensar que devolviendo el pisto de lo gastado se acabó el problema y aquí paz y después gloria? Y por último ¿quién, cómo y cuándo se seleccionan a los diputados para que reciban el entrenamiento que sobradamente debieran haber recibido antes de aspirar a ocupar una curul?
Cae por su propio peso entonces que lo sucedido debe ser investigado exhaustivamente, como que es de sobra procedente entablarles una demanda judicial por haber sido sorprendidos in fraganti, aunque fueran integrantes de la llamada cúpula del partido oficial, por los delitos de peculado, falsificación ideológica y abuso de autoridad pues son por demás evidentes, aunque por sabido se calla, soñar despierto no cuesta nada. Por otra parte, bien vale la pena hacer ver el por qué las leyes no se promulgan como debieran, ni los presupuestos anuales nunca son analizados y discutidos a profundidad, mucho menos aprobados a conciencia. ¿Cómo va a ser eso posible, si los diputados nos quieren hacer creer que las cigí¼eñas traen los niños de París?