Cuentas S. A. no era una persona jurídica cuyas actividades estuvieran sujetas al control de la Superintendencia de Bancos, pero bajo de agua ejecutaba algunas que son de pura intermediación financiera y de las que las autoridades no se percataron. La situación que hoy viven varios «inversionistas» que colocaron su dinero a interés en esa empresa es similar a la sufrida por los clientes de los Bancos del Café y de Comercio, entidades que no sólo actuaban con operaciones respaldadas por la autoridad monetaria, sino también con captaciones que no tenían ningún respaldo.
Creemos que la Superintendencia de Bancos tendría que realizar alguna labor de control para impedir que entidades que no tienen entre sus fines captar dinero del público a cambio del pago de intereses, operen como si fueran bancos sin control ni supervisión. Pero obviamente la falla más grande de las autoridades está en no realizar una intensa campaña de información a la población para que sepan los riesgos que corren cuando invierten en empresas o con personas que ofrecen el pago de altos intereses y que no operan bajo control y regulación de la Superintendencia.
Porque puede decirse que la Superintendencia no tiene ni personal ni recursos como para andar atrás de cada agiotista que hay en el país ni, mucho menos, atrás de esos «honorables» personajes que se codean con lo más granado de la sociedad pero que le roban sus ahorros a mucha gente. Pero lo que sí puede hacer la Superintendencia es mantener una campaña para alertar a la gente de manera que no existan engaños y pedir que sean denunciados esos sinvergí¼enzas.
Hay que entender claramente que el dinero no lo respalda la aparición de algunos individuos en las páginas de sociales de los diarios, porque la picardía no tiene límite y tampoco se piensa, en absoluto, en el pesar y sufrimiento de aquellas personas que pierden sus ahorros luego de haber confiado incautamente en esos personajes. Los dueños de Cuentas S. A. eran de esas asiduas figuras de sociales y posiblemente creyendo en su integridad por esa razón, alguna gente dispuso confiarles el dinero. También influye en esto la codicia, puesto que cualquier persona con sentido común tiene que saber que quien paga intereses más altos que los del mercado representa de cualquier manera una inversión riesgosa y posiblemente tienen que recurrir a esa estratagema porque los bancos ya no les dan financiamiento y dependen de la ingenuidad y ambición de la gente.
Este otro caso tiene que ser utilizado por la Superintendencia de Bancos para desplegar una campaña informativa y de advertencia para la población, de manera que no pueda alegar engaño ni sentir sorpresa cuando al final es estafada por pícaros de siete suelas.