Otra vez los cohetillos



El inicio de la época navideña marca también el comienzo de la temporada de los cohetillos y distinto tipo de artefactos pirotécnicos que son tan utilizados en nuestro medio para celebrar bulliciosamente nuestras fiestas. Y todo estarí­a muy bien si existiera un verdadero y eficiente control de las autoridades sobre la fabricación, venta y utilización de tales dispositivos, puesto que anualmente el paí­s gasta enormes cantidades de dinero no sólo en la quema insensata de enormes cantidades de pólvora, sino en el tratamiento y curación de personas que resultan heridas o dañadas por las explosiones o por incendios derivados del mal uso que se hace de ese tipo de juegos.

Durante años se ha insistido en la necesidad de regular adecuadamente el manejo de las fábricas de cohetillos de distinto tipo, sobre todo porque es un hecho incuestionable, demostrado por la pérdida lamentable de vidas humanas, que muchos de los que trabajan en esas artesaní­as son niños y que los adultos no toman las elementales medidas de precaución que debieran extremarse cuando se trata de la manipulación de pólvora. Es corriente ver, además, en las ventas que se instalan en las calles, a familias enteras que se ganan unos cuantos centavos en la comercialización del producto, sin darse cuenta del riesgo permanente en que se ubican y exponen a sus niños porque cualquier chispa es capaz de provocar un estallido de graves consecuencias.

Entendemos que se trata de una actividad económica que ayuda mucho a familias que se encuentran en el plano de la economí­a informal y que dependen de ese comercio para subsistir o para agenciarse de algún dinero extra en estas fiestas de Navidad y fin de año. Pero el deber fundamental del Estado, de velar por la seguridad y por la vida de los habitantes del paí­s, se incumple cuando todas las autoridades se hacen de la vista gorda frente al fenómeno y no regulan el uso de los explosivos, permitiendo que niños de corta edad participen desde la fabricación hasta la quema de los productos peligrosos.

Se trata de una cuestión en la que tiene que valorarse sobre todo el bien supremo de la vida humana y su protección, en contraste con el interés económico que pueda girar alrededor del comercio enorme que hay de tales productos en estas fechas. Es indispensable que se tomen medidas para limitar la potencia de los artefactos, lo cual salvarí­a muchas vidas y evitarí­a mutilaciones en gran cantidad de personas, además de que se prohí­ba la utilización de aquellos artefactos que vuelan sin control y que son causa de incendios porque una vez lanzados se vuelven proyectiles sin dirección alguna.

Creemos que el Estado no puede seguir eludiendo su responsabilidad. Cada vez que se produce una tragedia se elevan voces para exigir control, pero creemos que es ahora, antes de que principie la venta masiva de cohetillos, cuando hay que hacer algo.