Exactamente el día 22 de septiembre del presente año, diario La Hora publicó un artículo denominado “Las víctimas del cáncer y el IGSSâ€, del cual soy autor. En ese artículo expresaba la preocupación de afiliados del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, por la calidad de un medicamento que ese instituto le suministra a los afiliados que padecen cáncer y que son sujeto de quimioterapia.
El nombre internacional común del medicamento es Molgramostim (del cual hay varias marcas comerciales); y tiene la propiedad de estimular, en la médula ósea, la producción de células blancas sanguíneas llamadas “neutrófilosâ€. Una función de estas células es proteger al organismo del ataque de agentes patógenos infecciosos. Precisamente la quimioterapia aplicada para tratar el cáncer reduce la proporción de neutrófilos; pero el Molgramostim la incrementa, y contribuye así a recuperar el poder inmunológico del organismo.
Los afiliados a los que aludo expresaron preocupación por la calidad del medicamento durante el pasado mes de septiembre, cuando se enteraron de que el instituto preparaba una licitación pública para comprar 10,296 dosis. La licitación fue publicada el día 5 de octubre del presente año. El plazo para presentar ofertas finalizó ayer miércoles 16 de noviembre. Uno de los afiliados me informó que la preocupación resurgió porque, finalizada ya (ayer mismo) la etapa de presentación de las ofertas, una junta de licitación tiene que adjudicar el contrato de compra, en un plazo máximo de diez días hábiles (a partir de hoy mismo); pero hay incertidumbre sobre la calidad del medicamento cuya marca comercial elegirá.
El afiliado, en una parte de un mensaje que me envió por correo electrónico, se expresa en estos términos: “Rogamos a las autoridades del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social que no se basen sólo en el precio del medicamento, y que no sacrifiquen la calidad por el precio; pues nosotros, los afiliados que padecemos cáncer, seríamos realmente los sacrificados… Creo que sería un crimen que el instituto tratara de economizar recursos a costa de nuestra salud y nuestra vida. Hasta pensamos que algunos afiliados que tienen cáncer… podrían tener menos años de vida restante si son tratados con una medicina de mala calidad, que le ahorraría dinero al instituto.â€
Debo reiterar la tesis de que un bien (por ejemplo, el medicamento Molgramostim) es más barato que otro que sirve específicamente para la misma finalidad (por ejemplo, estimular la producción de neutrófilos) si de ese bien se obtiene por lo menos el mismo beneficio que aquel que se obtiene del bien más caro. Si de él no se obtiene el mismo beneficio, entonces puede no ser más barato, y hasta puede ser carísimo. En el caso que nos ocupa, un beneficio consiste en la máxima eficacia terapéutica con la máxima reducción de efectos adversos.
Plantéase esta cuestión moral: si uno de los miembros de la junta calificadora de las ofertas, o si uno de sus familiares más próximos, padeciera el indeseado infortunio de tener cáncer, y estuviera afiliado al instituto, y fuera necesario acudir a él para curarse, ¿preferiría una terapia con un medicamento más barato aunque fuera el peor; o preferiría una terapia con un medicamento más caro pero que fuera el mejor?
Post scriptum. Plantéase también una cuestión jurídica: ¿tienen o no tienen los afiliados al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, que padecen cáncer, el derecho de exigir la mejor terapia posible, a cambio del dinero que coercitivamente le han pagado a esa institución?