Miguel Ángel Asturias (Casi Novela) de Luis Cardoza y Aragón no es novela ni biografía, ni mezcla de ambos géneros. Es otro sinuoso y largo borrón de las fronteras entre categorías literarias, como apunta con matizada penetración el propio inventor del nuevo poliedro, o mejor el descubridor de una nueva cara de la luna asturiana.
“A la memoria de Miguel Ángel ofrecí un ramo de plumas de quetzal” es la línea final de este poema en prosa, de este capítulo postrero de El Río, novelas de caballería, o su más reciente dibujo de ciego. Y la memoria de Asturias somos todos sus lectores como, algún día, seremos la memoria del mismo Cardoza y Aragón. Aceptamos la ofrenda desde el epígrafe de T.S. Eliot.
A partir de su imaginación, Cardoza procede a sustantivar la palabra “imaginario”, cuyo uso común es un adjetivo que designa lo que no tiene realidad: una vida imaginaria. Pero en género masculino, Cardoza otorga a “imaginario” una entidad equivalente a un sistema no sistemático ni metódico de posibilidades creativas capaces en entrar en simbiosis simpática con la realidad.
La realidad, los hechos, las anécdotas referidos a Asturias tienen una importancia secundaria en este último libro de Cardoza –y en otras obras suyas. Prefiere la leyenda no oficial, el mito popular; divaga, conjetura, hurga el sueño y araña la pátina de la memoria– y la memora de Cardoza es un palimpsesto líquido. Dialéctico impenitente, Cardoza va, viene, enmienda, salta a veces por sobre su sombra; pregunta, se pregunta constantemente, sin tregua; reitera dudas; apenas concede respiro a su imaginario sustantivo.
Cardoza logra perderse en la busca de “esa quimera: lo objetivo”. ¿Por qué una “novela de misterio sin solución” como ésta habría de ser objetiva? ¿Acaso son objetivos los sueños, las divagaciones, las sospechas? ¿Qué sueña este proscrito sonámbulo cuando vagabundea por la subjetividad de Asturias?
Sueña Cardoza –y los sueños suelen ser deformaciones exactas de la memoria– esculpir un friso asturiano –el suyo–que va de lo precolombino al siglo XXI, del Popol Vuh a Hombres de maíz, del indio mitológico al indígena que intenta ser sujeto de la historia, de la patria del criollo al mestizo en su laberinto…
Pero el friso cardociano puede ser de agua corriente. Agua fluvial de la tradición heraclitana. Asturias fluye y permanece; Cardoza permanece y fluye a la vez. Son dos hemorragias guatemaltecas que labran nuestra bellísima anemia.