En Miguel Angel Asturias (Casi Novela) inventa respuestas Cardoza y Aragón a la condición del hombre Asturias. Descubre réplicas –como dar a luz diosas armadas– al enigma de esta esfinge mestiza que todo guatemalteco guarda en el armario o en el dudoso perfil de una sombra siempre oculta. La esfinge asturiana inventa enigmas que Cardoza descifra –apetecido castigo– en sus propias huellas digitales, en las líneas de su mano.
Contradicciones y ambigüedades allí, equívocos y malentendidos aquí. El autor le da la mano al lector desde el borde del precipicio… y lo suelta, para que aprenda batir alas mientras le brotan a la espalda y se oriente en su sobrevuelo del vértigo. El vértigo no está en el abismo, ya no, sino en la desnudez palpable de nuestra raíz. La lectura del vértigo nos obliga a elevarnos más allá del vuelo icario y a posarnos en una brizna de luz mecida por la palabra.
Ante la insidiosa duda de si se reconocería Asturias en este friso, retablo o mural de altos y bajorrelieves, de claroscuros y cincelada orfebrería, de vitrales y cariátides –erigido con amor fraterno, con acrisolado compañerismo– en la búsqueda de una invención, otra, el lector puede optar por cegar el libro y volver siempre mañana. De cualquier manera ya no será el mismo. La aventura de buscar para perderse. Cuánto encuentro en la pérdida. Nadie podría escribir a Asturias, ya no, más breve y exacto epitafio. Y tan disperso. Son otros recuerdos del futuro, eslabones de la mazorca, pasos para un túnel a flor de olvido en cuyo final nos encontramos todos, creadores y gozadores, quienes viven y quienes existen, esperándonos. (Feb., 1992).
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(La materia prima de casi toda leyenda genuina es la dura tierra cincelada por el tiempo. Cincel plural, de muchas manos y multiformes golpes de martillo al encuentro del trabajado perfil de la memoria. ¿Hay leyenda que no se edifique con el paso del tiempo? No la “leyenda” necesitada de comillas, no la “leyenda” mediática, producto del mercado y de redactores culturales, hermanada con pretendidos “mitos” e “iconos” de consumo masivo; no la leyenda “legendaria” o “mítica” o “icónica” de subproductos seudoculturales con fecha de vencimiento y código de barras, muy a lo posmoderno.
No la leyenda de manufactura y ensamblaje a bajos costos, confeccionada de un día para otro, diseñada en aburridas mesas de redacción y en ociosos ordenadores del desorden globalizado. No la leyenda “exprés”, descafeinada y deslactosada, guardada en lugar fresco y seco, lejos del alcance de los niños…
Asturias, esa otra leyenda de Guatemala, “buda maya”, “buda triste”, “tambor con patitas de pajarito”, arrastra sueños cosmogónicos y geológicos, sueños botánicos y zoológicos, sueños precolombinos y del pormenorizado mestizaje cultural inacabado.)