Por lo visto está de moda considerar exagerado cualquier planteamiento que se haga sobre nuestra realidad y que no coincida con la visión particular de los funcionarios públicos. Ahora han sido los encargados de coordinar el trabajo para el rescate y preservación del lago de Atitlán los que dicen que se ha exagerado sobre el deterioro de ese cuerpo de agua y que la situación no es para nada grave.
Expertos ambientalistas han considerado que el nivel de contaminación del lago sí es grave porque diariamente se está descargando sobre él una gran cantidad de aguas negras y otros desechos que, por supuesto, dañan el equilibrio ecológico y comprometen seriamente el futuro de una de las mayores bellezas naturales de Guatemala. Puede haber discrepancias en cuanto al tiempo que pueda tomar la implementación de políticas y acciones que reviertan esa situación, pero no cabe duda que hay problema y que el mismo tenga que ser atendido con urgencia. Es comprensible que los funcionarios, sobre todo aquellos que tienen la obligación de evitar daños catastróficos, sea en instituciones como el sistema de justicia o en recursos naturales como el lago de Atitlán, traten de minimizar los daños y restarles importancia a las críticas que se formulan. Las mismas, por cierto, no son personales porque cualquiera con dos dedos de frente entiende que la crisis es resultado de muchísimos años de descuido, desidia y corrupción, pero al fin y al cabo es ahora cuando se produce un agudizamiento de la situación y por lo tanto surgen más contundentes críticas y señalamientos. En vez de poner esa resistencia negando que haya problema, los funcionarios tendrían que aprovechar el interés público para lograr una masiva movilización a favor de acciones que inicien la solución de los problemas. Ya que hay una corriente importante de opinión a favor de que se promuevan cambios significativos, cualquier funcionario medianamente inteligente la utilizaría para impulsarlos de manera más productiva. En cambio, los mediocres e inútiles prefieren escudarse en la negación y son los que hablan constantemente de exageraciones. En todo caso sería mil veces preferible que se peque por exageración cuando se trata de señalar nuestros males, que de indiferencia como la que han mostrado secularmente nuestros funcionarios y buena parte de la población que no se interesa ni ocupa de los temas fundamentales. Todo lo que se haga para limpiar el lago de Atitlán y detener la descarga permanente de aguas conteniendo heces fecales y otro tipo de contaminantes, debe ser no sólo bienvenido sino declarado prioritario porque sólo así podremos salvar efectivamente el lago.