Dentro de poco tiempo me tocará vivir otra etapa de mi vida lejos de aquí, no es fácil decirle adiós a parte de mi familia, amigos, vecinos y por supuesto al Decano de la prensa escrita y sus lectores. Quién sería capaz, me pregunto, de marcharse de La Hora sin sentir tristeza. Con otro columnista lo comentamos alguna vez, el privilegio y orgullo que representa escribir en el diario más prestigioso del país, legado que dejara el insigne patriota Clemente Marroquín Rojas y que hoy su orgullosa y respetada estirpe lleva con gran altura y dignidad. Algunas veces a los columnistas no nos resulta fácil escribir, pues ante la indignación que sentimos por las injusticias y anomalías cometidas, tenemos que hacer «de tripas corazón» y fundamentarnos en la objetividad ya que la imparcialidad no puede tomarse a la ligera. De lo contrario podemos ser muy duros y lo peor, es que en el caso nuestro la equivocación también representa un acto de injusticia. Pero también hay que ser directos y contundentes ante la clara evidencia, ya que la sociedad clama por la verdad y sobre todo por la justicia. Qué sería de un pueblo sin prensa, por supuesto, el paraíso para el asesino opresor o para el funcionario ladrón y sobre todo la ausencia de esa brújula que representa la información para las sociedades. Yo no puedo vanagloriarme de haber sido una pluma de gran talante, pero bien puedo enorgullecerme, y perdón por la falta de modestia, de haber escrito a la par de los más grandes de mi patria. Sí, a la par del mejor editorialista que hoy tiene Guatemala, el licenciado y periodista Oscar Clemente Marroquín Godoy; de Alfonso Bauer Paiz, eminente personaje de la historia política de mi país; del muy conocido Marco Tulio Trejo Paiz; del escritor Eduardo Blandón y del paisano de mi madre y excelente periodista, Eduardo Villatoro y otros a los que pido disculparme porque el espacio no da para más. Nunca he practicado la lisonja, pero tampoco me ha resultado difícil reconocer las cualidades ajenas, de hecho en Guatemala deberían darse certámenes de reconocimiento para los mejores reportajes y comentarios que se realizan en la prensa escrita, radial y televisada del país. Sería un estímulo muy valioso que fomentaría la calidad del periodismo y la libertad de expresión en Guatemala.
Aún guardo una copia de aquél primer artículo publicado en La Hora el 12 de septiembre de 1992, evidencia fotográfica de que el tiempo no pasa por gusto y por otro lado que el escribir conlleva un proceso de maduración. Acepto cualquier crítica o chiste al respecto por cierto. Serán solo unos años los que me mantendrán alejado de mi patria, es solo un movimiento en el tablero de ajedrez de esta situación fugaz llamada vida, perspectiva por la cual me decidí descartando sin titubear el puesto diplomático que me ofreciera el año pasado el viceministro Ibarra. Se lo agradezco, pero después de ver cómo el presidente engañó a la población no cumpliendo sus promesas de campaña, creo que no me habría sentido cómodo en ninguna posición en el gobierno actual. Un Consejo Nacional Contra la Corrupción y una reforma política que tarde o temprano tendrá que darse, será el estandarte insoslayable que otro con dignidad y compromiso con la patria aceptará llevar. Por supuesto, será aquél que prefiera registrar su nombre en los libros de la historia a cualquier interés material. Por lo tanto, confirmo con esto en haber sido parte de ese grupo de estúpidos que se han atrevido a criticarlo, estúpido sí, pero con mucha dignidad y honra. Espero despedirme con más elegancia y armonía en el próximo artículo.