Otra contradicción de los neoliberales


Uno de los principios que más arraigo tiene en la ideologí­a neoliberal y al cual más acuden los neoliberales guatemaltecos, lo constituye la imposibilidad de referirse a conceptos generales por considerarlos puras abstracciones que nada dicen del hombre particular, como tampoco de sus situaciones concretas. Dicho principio, como es evidente, imposibilita la ciencia en todos los campos, especialmente en el ámbito de las ciencias sociales y humanistas. En esa perspectiva aparece un concepto que también es abstracto y al cual se refieren (perdiendo de vista el principio para ellos fundamental de no recurrir a abstracciones) belicosa e irónicamente, como lo es el de la Universidad. Efectivamente, cuando se refieren a la Universidad (entiéndase, de San Carlos) no toman en cuenta que dicha institución es lo suficientemente grande (más de cien mil estudiantes), compleja y heterogénea como para poder hablar de ella sin echar mano de la abstracción.

Milton Alfredo Torres Valenzuela

Las universidades latinoamericanas, sobre todo las estatales, reúnen ciertas caracterí­sticas que solamente se pueden percibir en la abstracción de las mismas. Es válida la abstracción, más no los predicados atribuidos por los neoliberales a esa abstracción. Quien no conoce la Universidad de San Carlos puede caer en la cuenta de creer que solamente es un grupo de presión o de profesores y estudiantes aferrados a una ideologí­a o ideologí­as de izquierda, aparentemente caducas y fuera ya de contexto. No es así­. Como mal lo creen los neoliberales criollos, la Universidad de San Carlos, lejos de instituir su enseñanza y formación a la luz de una sola manera de pensar (ideologí­a) trata de instituirse como ente de enseñanza superior libre y responsable que ofrezca a las generaciones estudiantiles, todo el abanico posible de ideas. El dogmatismo (que efectivamente lo hubo en algunos sectores de cada facultad) ha sido superado considerablemente y se hacen esfuerzos muy significativos por superarlo cada dí­a más y en todos los niveles. No pasa lo mismo, según podemos ver, en la Universidad Francisco Marroquí­n (abanderada de la educación e ideologí­a neoliberal) en la que se toma como Biblia (dogmáticamente) los libros únicamente de dos autores.

La Universidad de San Carlos, indudablemente, atraviesa por un perí­odo de reflexión y autocrí­tica en el que debe haber no sólo voluntad de hacer las cosas bien, si no también capacidad y decisión para tomar acciones que encaminen a la institución por los caminos de la libertad y del rigor cientí­fico y académico que nuestra sociedad demanda. Más adelante me referiré a los cambios sustanciales que la Universidad de San Carlos debe llevar a cabo para cambiar leyes y reglamentos que a mi juicio están obsoletos y que fomentan la corrupción y el relajamiento intelectual. Al menos, toda verdadera universidad debe fomentar y aceptar la crí­tica, así­ como las posibilidades de reforma, cosa que no es posible en universidades como la Francisco Marroquí­n en la que el dogmatismo de sus autoridades y de su estructura aflora a cada momento en la palabra de quienes son sus puntales ideológicos en su polí­tica de proyección a través de algunos medios de comunicación.

Hablar pues de la Universidad de San Carlos, así­, en abstracto, y aun más, generalizando, es tendencioso y pone en evidencia una contradicción radical al usar conceptos abstractos para referirse a realidades concretas, complejas y heterogéneas.

No está de más aclarar que nuestra Universidad dejó de ser la universidad de la élite desde hace muchas décadas y que si es la Universidad del pueblo no es solamente porque de sus impuestos subsiste, si no porque tiene sus puertas abiertas (no sólo por las cuotas que ha establecido) si no porque no importa cómo piense o cual sea la ideologí­a de quienes como profesores y estudiantes ingresan en su seno.