Al día siguiente de que Washington anunciara que abandona su proyecto de implantar un escudo antimisiles en Europa Central, que tanto irritaba a Moscú, Rasmussen hizo en Bruselas «tres propuestas concretas» a los rusos.
La primera consiste en «examinar inmediatamente un refuerzo de cooperación en todos los ámbitos» con Rusia, dijo el secretario general de la Alianza Atlántica, citando como ejemplos la lucha contra el terrorismo, la proliferación de armas de destrucción masiva y la estabilización de Afganistán.
En segundo lugar, Rasmussen deseó «revitalizar el Consejo OTAN-Rusia», órgano de consulta entre la Alianza y Moscú, para abordar todas las cuestiones «sin prejuicios».
Finalmente, el ex primer ministro danés ofreció a Moscú pasar juntos revista a los «nuevos desafíos de seguridad» que plantea el siglo XXI, haciendo especial referencia a la creciente amenaza balística.
En este sentido, propuso que Moscú, Washington y la Alianza conecten «llegado el momento» los sistemas de defensa antimisiles, una oferta que retoma una idea abordada por primera vez durante una cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Bucarest, en abril de 2008.
«Creo que es posible que la OTAN y Rusia empiecen de nuevo», resumió el secretario general, durante su primer discurso desde que llegó al puesto el 1 de agosto.
El proyecto abandonado por Washington, que preveía instalar de aquí a 2013 un potente radar en República Checa asociado a diez interceptores de misiles balísticos de largo alcance en Polonia, estaba destinado a disuadir a Irán de utilizar algún día sus cohetes contra Estados Unidos.
Pero Moscú estimaba que el proyecto amenazaba con cercar su arsenal estratégico y se planteaba, como «contra-medida», desplegar misiles tierra-tierra en su enclave de Kaliningrado.
La agencia de noticias Interfax informó este viernes que Rusia renunciaba a su vez a sus planes en Kaliningrado, al tiempo que el primer ministro, Vladimir Putin, saludaba la decisión «justa y valiente» de Estados Unidos.
A cambio de su gesto, Washington desearía que Rusia adopte una postura más firme frente al programa nuclear iraní, según el diario ruso Kommersant.
Rasmussen emplazó el viernes a Rusia a sumarse a los occidentales para «ejercer un máximo de presión» sobre Irán, de manera que renuncie a sus «ambiciones» nucleares y balísticas.
Interrogado sobre su discurso, el embajador ruso ante la OTAN, Dimitri Rogozine, lo recibió con satisfacción: «Creo que fue muy positivo y muy constructivo y que debemos analizar juntos» las propuestas, reaccionó.
Un acercamiento supondría el deshielo de las relaciones entre Rusia y los occidentales, enconadas especialmente por el conflicto ruso-georgiano de mediados de 2008 y los planes de la OTAN de integrar en su seno a las ex repúblicas soviéticas Ucrania y Georgia.