Oslo y el apoyo europeo, 22 años después


Eduardo_Villatoro

 La mañana del 31 de marzo de 1990, hoy hace cabalmente 22 años, al despertar en la habitación que me habían asignado en un hotel ubicado en una colina adyacente a Oslo, me encontraba exhausto, pero satisfecho.

Eduardo Villatoro


Después de tres días de intensas negociaciones entre la delegación de la Comisión Nacional de Reconciliación, en representación del Gobierno que encabezaba el presidente Vinicio Cerezo, y miembros de la comandancia de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, la noche previa habíamos suscrito el Acuerdo Básico para la Búsqueda de la Paz por Medios Políticos, que constituyó la puerta que abrió el camino para concluir con la guerra interna.
 
Me sentía agotado no porque hubiese intervenido constantemente en las deliberaciones, a no ser una sugerencia de vez en cuando, una observación a cierto asunto, alguna recomendación a vuelo de pájaro, una incógnita despejada; puntual recordatorio sobre determinado suceso; pero, eso sí, anotando, apuntando, escribiendo a mano casi sin detenerme, para reseñar propuestas, rechazos, coincidencias, impulsos no contenidos, gestos de desagrado, ademanes de complacencia, en fin, cuanto podía captar de las reuniones que se tornaban ásperas, amigables, con rostros circunspectas o alentadoras sonrisas.
 
En uno de los cajones de mi escritorio yacen los manuscritos, en vana espera que algún día puedan nacer a la vida pública, o que se desvanezcan en el olvido. 
 
La voz cantante estuvo a cargo del político Jorge Serrano Elías, quien posteriormente sería elegido Presidente de la República y luego defenestrado, y el abogado Mario Permuth, en su calidad de Ciudadano Notable, de parte de la CNR, y los médicos Jorge E. Rosal (+), Francisco Villagrán Muñoz y Luis Becker, representantes  de la URNG. Yo era el secretario ejecutivo de la CNR y miembro pleno de la delegación de la CNR, pese a las objeciones de Serrano Elías y del general Francisco Ortega Menaldo, jefe de Inteligencia del Ejército, a causa de mis inclinaciones ideológicas.
 
Guardo los recortes de prensa de esas fechas, que informan de lo ocurrido los días previos al cónclave, lo que se filtraba durante el desarrollo de las negociaciones, el final del encuentro y las expectativas que despertó la firma del documento por los seis participantes. Fueron muchos anhelos plasmados o marginados, pero como haya sido, estoy convencido de que valió la pena el esfuerzo del presidente de la CNR, el entonces obispo Rodolfo Quezada Toruño, y de los otros miembros de la Comisión, como la recordada Tere de Zarco, porque en ese momento las esperanzas de alcanzar la paz se posaban en la capital de Noruega, en vista de que los guatemaltecos estábamos agobiados del conflicto armado y todo lo que significaba la violencia política, con su cauda de muerte, terror, impunidad, destrucción, represión, angustia.
 
El cónclave en Oslo fue la culminación de una etapa iniciada tres años antes, con intentos de acercamientos entre las fuerzas en pugna y la mediación a veces estéril y en ocasiones fructífera de la CNR, que contó con el acompañamiento de la naciente sociedad civil y el apoyo invaluable de la comunidad internacional, fundamentalmente de los países nórdicos, en especial de los reinos de Noruega y Suecia, y de Holanda, así como de la Federación Luterana Mundial. Ese respaldo fue determinante para iniciar la pacificación del país.
 
(Con Romualdo Tishudo decimos ¡Gracias, amigos noruegos, suecos, holandeses y de otras nacionalidades europeas! ¡Valoramos su voluntad, apreciamos su empeño y agradecemos su soporte).