Oscar Ríos: la cofradía de barro


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Hoy, sábado 21 de julio, en la galería La Antigua de la ciudad colonial se abre al público la exposición de esculturas de Oscar Ríos titulada “Mortom” en alusión a los trajes ceremoniales de las cofradías, de donde el artista, al profundizar en esa importante institución histórica, religiosa, jurídica y tradicional de los pueblos indígenas extrae algo más que un tema vagamente folclórico: un sentido motivo de reflexión, aunque aquí habría que aclarar que los escultores, sobre todo los que modelan el barro, piensan y sienten con las yemas de los dedos.

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Por Juan B. Juárez

A partir de esa imagen poética del oficio de escultor -que por cierto se la debo a Saramago y a su novela La caverna-, no es arbitrario decir que la forma de las esculturas de Oscar Ríos se origina en un movimiento circular y envolvente, con ciclos ovoides que abren un espacio dentro del cual se concentra la energía y a partir del cual se delimita claramente un “adentro” y un “afuera”. Tal movimiento no es, sin embargo, un sortilegio mágico que hace surgir formas de la nada sino propiamente las laboriosas y conscientes operaciones técnicas que el escultor realiza metódicamente sobre el barro primigenio para crear formas concretas y significativas.

Si bien es el dominio del oficio lo que permite a Oscar Ríos imponer a la materia, modelándola, una forma preconcebida, y que es aquel movimiento rítmico, con mucho de ritual, lento, circular y envolvente, lo que imprime el estilo solemne a sus figuras rotundas, el carácter de obra de arte que tienen sus esculturas, reside, sin embargo, en la pretensión del autor de que tales formas sean significativas, que digan algo más que lo implícito en su tema -en este caso, el traje de los cofrades, el mortom expresamente mencionado en el título de la exposición-, y que efectivamente lo comuniquen al espectador. Ese algo más es el logro estético y comunicativo por excelencia, lo que decide el “ser artístico” de una obra, lo que separa a la expresión de la descripción, lo que en este caso distingue el trabajo de Oscar Ríos de la simple documentación etnográfica.

Los cofrades de Oscar Ríos, en efecto, no se “inspiran” en estos personajes tradicionales por la importancia que tienen en la jerarquía social, o por la autoridad y conocimientos con que deciden en asuntos religiosos, legales y culturales de sus respectivas comunidades.  Se inspiran sobre todo en la dignidad histórica de pueblo indígena de la que, entre otras cosas, estos respetables “dignatarios” son depositarios y custodios; dignidad que queda “significada” en el traje ceremonial, “asumida y encarnada” en el noble señorío del cofrade, y captada y expresada en las formas que crea este escultor.

Lo artístico, sin embargo, no es resultado mecánico del buen oficio sumado a la originalidad del estilo y al buen deseo de comunicar algo importante.  Se da, como en este caso, cuando los materiales, la técnica y el estilo se funden en la unidad de sentido que la obra pretende. 

El barro elemental del que están hechos los cofrades de Oscar Ríos no es una materia prima que el artista encuentra “en bruto” sino que tiene ya, acumulados en su larga historia tradicional, profundos significados culturales y religiosos. Tales significados, sumados a sus propiedades objetivas de dureza, maleabilidad, resistencia, impermeabilidad, etc., hacen que el barro no sólo sea propicio para modelar formas que impresionan a los sentidos sino también para articular signos que se dirigen al entendimiento y símbolos que suscitan identidades y emotividades complejas.  Materia con la que fue creado el hombre, elemento importante de la cultura indígena antigua y actual, profusamente presente en los impresionantes vestigios de los monumentos mayas que han resistido al tiempo y a las violencias de la historia, el barro incorpora a los cofrades de Oscar Ríos esa multitud de significados históricos, mágicos, míticos, sedimentados por una tradición que se remonta a los orígenes de la humanidad.

Igualmente el estilo, esa forma de formar determinada por la estructura anatómica, psicológica y espiritual del artista, que en el caso de Oscar Ríos se da como movimiento circular y envolvente, como gesto natural que se manifiesta como repetición rítmica y ritual, y que se soluciona, sin embargo, en esas formas estables, equilibradas y cerradas sobre ellas mismas, que concentran en su dinámica interna y en la energía que generan la altiva y antigua dignidad que el cofrade asume y encarna en el ámbito de su comunidad.

Finalmente, el propósito del artista de captar, expresar y comunicar con sus esculturas ese sentido de dignidad que encarna el cofrade, cobra cuerpo no tanto en las figuras propiamente dichas sino en el espacio que esa dinámica técnica, formal y significativa -creativa, en una palabra- abre hoy a las reflexiones sobre los pueblos indígenas, la historia y la dignidad humana. Espacio concreto que marca un “interior” y el “exterior” que se inicia no sólo en la forma y en la materia sino también en el significado de las esculturas de Oscar Ríos.