Ortega y la tentación de los petrodólares


Congratulación. Hugo Chávez (D), presidente de Venezuela, felicita a Daniel Ortega, en el momento en que éste recién habí­a recibido la investidura presidencial de Nicaragua.

El flamante presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, necesita los petrodólares de su homólogo venezolano, Hugo Chávez, para cumplir su programa electoral pero esa dependencia puede socavar la credibilidad del ex guerrillero sandinista.


Chávez vació sus abultadas alforjas en Managua menos de 24 horas después de la investidura de Ortega: cerca de 600 millones de dólares que van desde la condonación de la deuda nicaragí¼ense (unos 32,8 millones) pasando por una lí­nea de créditos de 20 millones o la llegada de un nuevo cargamento de combustible y generadoras para resolver los problemas energéticos.

Pero quizá, el acuerdo más emblemático sea la adhesión de Nicaragua a la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), invención del mandatario venezolano, que cuenta entre sus miembros a Cuba y a la Bolivia de Evo Morales.

En Nicaragua, tanto desde el nuevo gobierno como entre la población que ha puesto todas las esperanzas en el regreso de Daniel Ortega y el sandinismo al poder para mitigar la pobreza del 70% de los 5,4 millones de nicaragí¼enses, la generosidad de Chávez es recibida como una bendición divina.

«Todo lo que ha venido haciendo (Chávez) es de mucho provecho para Nicaragua», aseguró el vicepresidente nicaragí¼ense, Jaime Morales Carazo, quien reiteró que la incorporación de su paí­s al ALBA no significará el abandono del Acuerdo de Libre Comercio firmado con Estados Unidos.

La amistad con Hugo Chávez tampoco debe empañar la relación con Washington. «No quiere decir que no tengamos relaciones con Estados Unidos. Las queremos también, de eso no hay la menor duda», apostilló Morales, quien en la década de los 80 luchó contra el gobierno sandinista nacido de la revolución (1979-90) desde la Contra financiada por Washington.

Morales no quiere juzgar lo que el padre del ’petrosocialismo’ latinoamericano hace o dice en su paí­s y simplemente se limita a agradecer su «generosidad» con Nicaragua.

«Considero que la visita de Chávez ha sido muy beneficiosa, al igual que la de (Felipe) Calderón o la del colombiano (ílvaro) Uribe», dos de los 14 jefes de Estado o de Gobierno que asistieron a la investidura de Ortega el miércoles.

«A nosotros no nos crea el mismo escozor que para otros sectores», agregó antes de precisar que no hay que caer en el «simplismo». «Queremos tener las mejores relaciones con todos los paí­ses respetando las particularidades de cada uno».

El protagonismo asumido por el presidente venezolano el dí­a de la investidura ha sido visto con recelo por muchos tanto dentro como fuera de Nicaragua.

Para empezar, Chávez fue la causa de que 14 jefes de Estado o de Gobierno, el prí­ncipe heredero de la Corona española, Felipe de Borbón, y 61 delegaciones de todo el mundo -unas 2.000 personas- tuvieran que esperar más de hora y media para poder iniciar la ceremonia de traspaso de poder del presidente saliente Enrique Bolaños a Daniel Ortega.

En la segunda parte de la ceremonia, en un acto popular ante unas 300.000 personas, Chávez con su retórica estridente, fue el primero en tomar la palabra, seguido por el presidente boliviano, Evo Morales. Completaba la foto del palco el enviado cubano de Fidel Castro, y el presidente electo de Ecuador, Rafael Correa, además del mandatario de Taiwán, Chen Shu Bian.

«Sin duda, Ortega ya está incorporado al club de Chávez, aunque va con pies de plomo porque no quiere perjudicar su relación con Estados Unidos», cuyo presidente, George W. Bush, lo llamó a principios de semana para felicitarlo y recordarle la necesidad de preservar la democracia, explicó a la AFP el ex canciller Emilio ílvarez.

No obstante, ílvarez pidió «seis meses» de plazo antes de juzgar a Ortega, quien en el lapso transcurrido desde su elección, el 5 de noviembre, hasta su investidura, ha querido distanciarse de su pasado revolucionario, al que sumó un mutismo a años luz de la retórica antiimperialista de su nuevo banquero.