Orí­genes de la diplomacia


Las prácticas de las relaciones entre naciones se remontan a la antigua Grecia en sus denominados estados-ciudades, mediante los enviados o embajadores hasta los diplomáticos de nuestra era.

Gustavo Osegueda

Según Nicholson (1939), en la sociedad primitiva a los extranjeros se les consideraba hostiles, peligrosos e impuros, por tanto, a los enviados se les castigaba e incluso mataba; ese tabú en su contra era muy amplio y poderoso ya que antiguamente el dios Hermes simbolizaba las caracterí­sticas del encanto, la zalamerí­a, la marrullerí­a y la trampa; era también considerado el patrono amante pero carente de escrúpulos de los comerciantes, viajeros y ladrones.

Así­ surgió por costumbre la figura del heraldo; mezclando lo real con lo mitológico éstos fueron investidos con privilegios diplomáticos y autoridad semirreligiosa y colocados bajo la protección del dios Hermes. El arte de la negociación creció y la profesión «diplomática» del siglo V a.C. estaba acreditada para negociar y administrar la real casa y dirigir ritos religiosos.

Se cree que el aporte romano fue la negociación, sin embargo éste debe hallarse en el derecho internacional. Los contratos implicaban por doctrina una fe firme, en la santidad de los tratados y en la fama de la conciencia romana alcanzada por Regulo, quien sacrificó su vida antes de quebrantar su promesa a los cartagineses.

El imperio bizantino se ingenió tres métodos en el arte de la negociación; el debilitamiento mediante la confrontación entre los bárbaros, la compra de la amistad de los pueblos fronterizos y la conversión de los paganos a la fe cristiana. Así­ estos enviados no sólo representaban los intereses de su imperio, sino también suministraban información acerca de la situación interna de los estados extranjeros y sus relaciones.

Pero la diplomacia moderna y el estadista diplomático nacieron en Italia durante el siglo XIII, obsesionados en una constante pugna por el poder y preocupados por concretar todas las acciones que lo pudieran hacer predominante. Dante, Tetrarca, Bocaccio, Maquiavelo y Guicciardini fueron algunos embajadores de Florencia.

Durante el siglo XV, los italianos nombraron a los primeros embajadores permanentes y del heraldo dieron origen a la palabra diplomacia, derivada de los tiempos de su imperio, donde los pases para circular en las carreteras se estampaban en placas de metal, llamadas «diplomas»; después esta palabra se amplió para nombrar a los archivos que contení­an arreglos comunitarios, y los funcionarios para administrar los asuntos diplomáticos fueron nombrados archiveros.

El término diplomacia utilizado hoy para el manejo de las relaciones internacionales es relativamente reciente. El servicio diplomático se reconoció como una profesión en el Congreso de Viena de 1815, así­ como las normas del Congreso de Aquisgrán. Allí­ se establecieron los servicios diplomáticos y la representación de las potencias sobre una base de común acuerdo.

Sin embargo, hoy los intereses de los estados no han evolucionado significativamente para el bien común, en la medida como se avanza y se transforman las relaciones internacionales, más parece ser que la figura de Hermes continúa dinamizando la más astuta de las influencias en la polí­tica exterior, decisiones y tratados de algunos paí­ses del mundo, mezclando lo actual con lo mitológico y obstinándose en la constante pugna por obtener y por permanecer perpetuamente en el poder.