Orhan Pamuk: El Libro Negro (XXXII)


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“El capítulo que estás leyendo explica el texto de tu rostro.” Diván, NIYAZI-I MiSRI. (Epígrafe a “El descubrimiento del misterio”.)

Antes de continuar su lectura Galip se lava la cara con agua fría pero se contiene y evita mirarse al espejo.

René Leiva


En su interpretación literal Galip apenas descubre o se le pasa por alto la ironía pamukiana (¿el protagonista novélico engañado por su propio creador?) implícita en la aparente seriedad seudocientífica, más bien especulativa, basada en la imaginativa fe en una revelación intuida… que se le otorga a un texto devenido en exégesis muy condensada de toda escritura y de todo secreto manifiesto en las caras, con base en cifras y fórmulas supuestamente inspiradas por “El tan esperado Salvador, sea ‘El’ o el Mahdi”.

En suma, para descubrir el misterio, según el texto consultado, y tal es la tarea inmediata y mediata de Galip desde que inició la búsqueda de Rüya, debe, por de pronto, leer las letras de su cara y los mensajes cifrados en las columnas del astuto Celal, difusor de “las señales secretas con las que el Mahdi indicaría el camino a seguir”.

¿Una fórmula o herramienta para resolver cualquier problema, dificultad o misterio está en el rostro? En su errar instintivo / intelectual Galip encuentra lo que no busca – – aparte de sí mismo o de el otro – – . “¡Hace mucho que Celal ha leído el significado de mi cara!”

Cuánta arcilla, cuánta linfa, cuánto cambio de torno, cuántas manos de diversa huella para labrar un rostro que la existencia, más que la vida, retoca en retrato ¿o palimpsesto? Que solo tiene sentido si es leído y descifrado por “el” otro… El otro de afuera, del espejo, y el otro de adentro, también del espejo.

Y Celal, igualmente desaparecido, corría el riesgo de que su columna quedara en blanco, lo cual aumentaría el misterio; pero él, Galip, lector de todos sus artículos y de segundos y terceros significados, poseía una aproximación o cercanía excepcional a Celal. “Porque, ¿qué era leer sino apoderarse lentamente de la memoria de otro?”. (En algún poema o cuento Borges se declara algo así como heredero o albacea de la memoria de Shakespeare.)

Y más allá de memoria. Apoderarse de algo es, a la vez, renunciar o perder otro algo.

Si Celal tiene el significado lectural del rostro de Galip, éste, a través de las columnas, posee la memoria de Celal, incluso después de que haya muerto asesinado por otro, fanático, que con los años y la lectura grabó en su rostro apasionado la escritura total del columnista. Cuando Galip por fin se miró al espejo ¿leyó la cara de la persona que quería ser?