Orhan Pamuk: El libro negro (XXVII)


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“Bruscamente decidió que en el mundo no había lugar para señales, pistas, segundos y terceros significados, secretos y misterios: no eran sino quimeras de su imaginación y de su mente, que quería descubrir y entender todas las señales.”

René Leiva


Husmeando el archivo de Celal, que contiene anuarios, álbumes y cajas con miles de fotografías de turcos anónimos, reunidos a lo largo de treinta años, Galip, en su un tanto dispersa búsqueda de pistas hacia Rüya, percibe y corrobora que le gusta mirar caras, le satisfacen tanto las caras como sus significados obvios y ocultos, pero encuentra que el columnista ha interpretado con dibujos y letras verdes muchas de esas caras; y la frase: “¡Las fotografías retocadas matan el alma!”

Mientras revisa al azar esa mareante sucesión de fisonomías impresas, Galip decide que Celal observaba huellas de y en los rostros para escribir algunos artículos, aunque no es consciente de por qué él, Galip, lector de las columnas y husmeador, relaciona a capricho caras desconocidas con textos de diversa temática; como las caras de unos peregrinos accidentados con “un artículo sobre los grabados y los mapas antiguos de Estambul…”

A medida que se avanza en estas páginas adivinatorias, como no, importa menos el difuso encuentro que la búsqueda aleatoria; más los mojones que el indefinido límite; los muchos y confusos atajos que una hipotética meta movediza… La espiral como línea más corta y directa entre un punto y otro.

La mente da saltos de caracol, y la baba del molusco forma las estalactitas y estalagmitas, como letras dentales, de la primera caverna en que la luz se hizo; antes que el fuego.

Si se posee poca memoria pero mucha imaginación, si la memoria prefiere dormir pero la imaginación siempre está despierta porque sueña, es que no tiene suficiente profundidad la tumba provisoria cavada por el olvido. El olvido, padre de la memoria, devora a su hija a pausas para alimentarse ¿a sí mismo? ¿No llega la imaginación más allá de la muerte, mientras la memoria muere en vida, casi siempre?

Mientras se duerme la imaginación suplanta a la memoria, utiliza sus ropajes y haberes. La memoria todo lo falsea; la imaginación todo lo recrea y renueva, incluido el misterio, las pistas y los significados ocultos.

Lo que no aparece en la exterioridad se encuentra en la interioridad, con igual o mayor dificultad en la búsqueda de eso ignorado… Cuando las pistas llegan al umbral de sí mismo… Ese camino de tan recorrido que se creía conocido… No por intestino menos inhóspito y disimulado, porque acoge al fuego sagrado.