Orhan Pamuk: El libro negro (XVIII)


rene-leiva-pixeleada

“Pensaba que mi vida era la imitación de la ‘vida original’ que debía haber sido, y que era algo lastimoso y triste de lo que había que avergonzarse, como todas las copias.”

¿Acaso los individuos no somos copias, a pesar de las aparentes diferencias, de un original que de todos modos está inconcluso, siempre haciéndose, que va de eslabón en eslabón…?

René Leiva


¿Sufren o sufrían los turcos, y con ellos Turquía, una severa crisis de identidad quién sabe si resuelta?

No siempre hay una lógica evidente u oculta que lleve por vía directa de una cosa a otra… Las correspondencias tienen atajos que no cualquiera recorre. Entre A y B puede mediar un laberinto extraviante que en nada se parece a la línea recta, en el supuesto de que ésta exista.

Recurrente y persistente, río que se adelgaza y se ensancha, el doble espejo de lo mismo y lo otro recorre estas páginas como polilla líquida y vidente que en vez de desgastar y dejar huellas vacías, más bien fecunda y echa raíces nuevas entretejidas con la rizoma milenaria.

Todos los personajes saben o intuyen que todo tiene un significado oculto; es decir, todo es signo, apariencia de otra cosa. Indicio, dedo índice. Nada, entonces, es evidente. Siempre hay algo debajo, pero ¿dónde empieza y qué tan profundo es? No confundir significado con significante. Lío, embrollo, galimatías. ¿Por qué no somos más simples? Hache Dos O, Aire, Fuego, Madre Tierra.

Cuando a uno no lo entienden es señal, signo, indicio de que va por buen camino, pero no el camino correcto, co-recto. Ser incomprendido es el mejor intento de estar en, entre la multitud; como el Hombre aquel de Edgar Poe.

A Celal Bey, el im-popular columnista, quienes mejor lo comprendieron lo sentenciaron a muerte. Por fortuna no prematura. ¡Había perdido tanto! Las mujeres lo amaban a manera de madres frustradas, imposibles. A veces, negarse a la aventura del pensamiento puede ser la mayor aventura para un hombre o una mujer esclavos de la rutina.

Una tal Belkis, que a Galip se atraviesa en el camino, pitonisa del pasado: “…De la misma manera que en la primera mitad de mi vida no había podido ser yo misma porque quería ser otra, iba a pasarme la segunda mitad siendo otra porque lamentaba los años que no había podido ser yo misma”.