“Un libro negro que sostenía un mendigo ciego, una dulce broma del pintor, se dividía en dos en el espejo, se convertía en un libro con dos significados, con dos historias…”
Pinturas misteriosas, penúltimo engarce-columna debido a Celal, escogido, no al azar, por el socarrón Pamuk, para desvío y provocación a quien descifre el encadenamiento de las palabras engarzadas con premeditada intención, orden y motivo…
En un garito-prostíbulo de dimensiones palaciegas, “dos” pinturas: la original (de Estambul) y su “copia”, un espejo enfrente… ¿El espejo de Alicia en versión “libre”? El espejo NO reproduce exactamente la pintura que tiene delante… Todo depende del espectador…, de lo que quiera (o no) ver reflejado… ¿La vida y la verdad están en el espejo?
¿Por qué tenía que ser precisamente en “el mayor garito no solo de Estambul o Turquía, sino incluso de los Balcanes y Oriente Medio”, en el que se ofrecía a los “selectos clientes” (…) “música, droga, alcohol y chicas…”; por qué tenía que ser allí donde se celebrara “un polémico concurso de pintura” sobre las bellezas de la ciudad, en el que participaron dos artesanos pintores de rótulos y/o pintores de brocha gorda?
¿Es el espejo la otra mitad de la realidad en términos de simetría? ¿Puede la realidad, como en una hoja de papel, doblarse por la mitad para obtener dos planos simétricos? ¿Es la simetría un ideal de perfección labrado en el espejo de la mente humana? ¿Hay igualdad o acaso semejanza o tal vez correspondencia entre uno y otro lado de un punto, eje o plano imaginario, o no tan imaginario sino, por ejemplo, en un largo corredor entre dos paredes?
(Borges ciego sabía de espejos; es decir, de sueños, laberintos y alfabetos ocultos.)
¿Es la mente un espejo –“representación”, que dijera Schopenhauer –siempre en busca de simetrías emocionales, sentimentales, sociales, políticas, económicas… que rara vez encuentra y si no las haya las inventa plagadas de sinuosas imperfecciones? ¿No guardan simetría los ojos, los hemisferios cerebrales…?
El libro negro de la “realidad” tiene “un” principio y “un” fin en la pintura; en el espejo su misterio se mantiene, no desaparece nunca, continúa escribiendo el secreto… así se haga trizas cualquier día.
El espejo (aquel) como un palimpsesto, más que de escritura, de imágenes vivas, casi monstruosas, que gritan o gimen su historia, su versión o perversión de sí mismas. ¿No es la especulación un espejo?
Las hipotéticas sucesivas lecturas, ¿cuántas?, desgastarán la escritura para borrar la superficie, descender a su fondo, al fondo del espejo, y así descubrir el “otro” significado, el significado verdadero del libro negro?
(Ah, no, Celal-Pamuk, aquí entre paréntesis, los rostros de Rüya y Galip todavía no podían figurar en aquellas misteriosas pinturas de 1952. ¿O sí?)