“No soy un enfermo mental, sólo un lector fiel.”
Después de permanecer en “las maravillas del país legendario entre el sueño y la vigilia” Galip atiende otra vez el teléfono y ahora es una tal Emine, la esposa del desconocido interlocutor anterior y amante secreta y olvidada de Celal, quien también se engaña -y es engañada- al tomar al joven abogado por el columnista.
Otra intérprete interesada, es decir, culpable de los artículos celelianos; otra que descubre signos ocultos, mensajes soterrados, claves para abrir mundos tal vez clausurados, alguien que se ve de cuerpo entero en el espejo de la escritura, que descubre tras las letras impresas en papel pasadizos de su propia historia con todo y erratas…
Pero Emine, en realidad, es una voz utilizada por el supuesto Mehmet, su marido, el que descubre sus propias intenciones homicidas hacia Celal, dichas al oído de Galip… Por eso exige la dirección del periodista que, según él, ha engañado a todo el país con sus artículos provocadores y ya merecedores de olvido…
“Abandonamos a nuestros escritores a su sueño eterno en el pozo sin fondo del olvido el otoño siguiente a sus funerales.” ¿Hasta el otoño siguiente? En otras partes -Centroamérica por ejemplo- es al día siguiente de sus exequias, si las hubiere. O se les olvida en vida para economía en gastos de fugaz rememoración.
(Para que nadie sepa o recuerde quién sos, quién fuiste, no necesitás morirte.
Viajero de incógnito -por ambos lados del espejo-, él mismo ignora quién es.)
“¿Has podido hacer en tu vida algo más que jugar con las palabras y retorcer las frases?” ¿Descubre Mehmet, sin confesarlo así, que en Celal se ha visto por décadas en un espejo cuya parte posterior no ha sido cubierta por mercurio -“misterio”, en turco- sino por pintura negra?
Emine, la supuesta amante de Celal; Mehmet, el esposo engañado y gran lector del columnista (“He hecho de tu persona un espejo de la mía”, cita de Suleyman Celebi), amenazador asesino por motivos no de celos sino “patrióticos”, un desengañado del patriotismo activo de Celal… Un triángulo amorodioso sexagonal…
Emine y Mehmet están en similar ensamble conyugal, ancestral, al de Rüya y Galip: primos que hacen vida marital… ¿Hay coincidencia, puede así llamarse, entre lo que refleja el espejo y lo que se pone delante? Y gracias, Allah; gracias, Pamuk, por no haberles dado hijos, fragmentos de su mismo reflejo. Porque, entonces, esta sería otra historia… Otro libro, ya no negro.
Cuando el espejo -la escritura- ya no devuelve la fiel imagen cultivada, se le elimina. Doble muerte.