“¿Quién era el Gran Bajá?… Era al mismo tiempo un filósofo o un hombre superior que ha alcanzado esa cierta sabiduría que sentimos que se da en aquellas personas que piensan más en el Estado y en la Nación que en sí mismos, y que tan habituales son entre nosotros.”
Todos Lo esperamos, es el Capítulo – columna periodística de Celal Bey en que Celal, el dador de esperanzas, descubre y muestra que (incluso) él puede ser o puede devenir en Él (el Salvador, el Redentor mahometano), pero cierta lógica perversa, o más bien cierta logomaquia, mediante elementales sofismas para principiantes, le hace llegar a la conclusión (provisional) de que también puede ser, ¿por qué no?, el temible y temido Deccal, versión musulmana del Anticristo.
Los esperados redentores (incluso en singular) no son bien vistos ni bienvenidos por el poder establecido, por el sistema y sus viejas estructuras (El Gran Bajá), en caso lleguen algún día, en caso se les individualice e identifique como tales.
El poder establecido soborna, compra, coacciona, coarta, destierra, encarcela o elimina a los potenciales redentores, así los personifique en un influyente columnista como Celal. Incluso se puede hacer creer que el Salvador es en realidad un impostor que enmascara el mismo demonio; y así sacrificarlo no sólo tendrá justificación ante la masa creyente –crédula– cambiante; mantendrá el estado de cosas intacto.
La dialéctica del Gran Bajá es tan convincente que Él (el Redentor) termina por aceptarla en silencio, sin objeción alguna. Y después de sacrificarlo –no ya en la cruz ni en la horca sino a civilizados balazos– la fe del pueblo puede seguir esperándolo por tiempo indefinido, mientras así soporta mejor sus seculares y variadas miserias.
Para un columnista como Celal no es demasiado difícil predecir su propia muerte en una maniobra ficcional de traslación psicológica y cómo morirá cuando se es “combativo”, heterodoxo, con inclinación a conspirar sin más cómplice que sí mismo o su misma escritura que subvierte satisfacciones y resignaciones sociales en conserva.
Sí, una novela de misterio que tiene a Estambul, y más allá, como “Matrix” milenaria, con subterráneos donde maniquíes de inmortal turquedad duermen a la espera de Él, el Salvador que no tenemos claro de qué ha de salvarnos… dentro de la compleja mecánica y química del cosmos conocido.
Amparado en su erudición e inventiva, Pamuk se mofa de las creencias populares religiosas. Y a veces se antoja que soporta un cierto complejo de turquedad; de amor – odio; soy pero no estoy seguro me guste ser turco… Que soporta como una amada cruz la enorme carga histórica, social, cultural, religiosa de ser turco, en un mundo donde cualquier pueblo es solo un rasgo más de la huella humana en el polvo; en el lodo primigenio y en el lodo postrero.