Orhan Pamuk: El libro negro (VI)


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“A: No uses epígrafes porque matarían el misterio de la escritura. B: Si tiene que morir así, mata entonces tú también el misterio, ¡mata al falso profeta vendedor de misterios! C: Si usas epígrafes, no los tomes de libros occidentales, ni sus personajes ni sus autores se parecen a nosotros; no los tomes nunca de libros que no has leído porque eso es exactamente lo que hace el Deccal.” (Del capítulo Los tres mosqueteros.)

René Leiva


Cuando Celal empezaba como columnista pero ya era reconocido tuvo un encuentro con tres viejos y veteranos columnistas – “…que a lo largo de toda su vida de escritores se habían insultado con auténtico odio…” – legendarios de su niñez y primera juventud, quienes en una suerte de “partida de ajedrez de orgullo” le dan 64 consejos referentes a la profesión (que cuando es autodidáctica, por pura pasión y mal pagada se torna en algo parecido a una profesión de fe ¿en qué, háganme el favor?)

Celal Bey, Celal Efendi, Celal Salik, por supuesto, no podía ignorar su propia importancia dentro del periodismo turco y todo cuanto este abarca en los ámbitos cultural, artístico, político, sociológico, filosófico, religioso, místico… Al principio del relato un equipo de la BBC de Londres desea entrevistarlo y termina “entrevistando” a Galip, el reverso impostado, el yo alterno e ignorado, el espejo metafísico aunque corpóreo de Celal.

¿Son todos los turcos y en especial los estambulenses y en particular los bigotudos shrezades contadores natos de misteriosas historias, algunas inverosímiles pero reales, algunas premonitorias que se cumplen al pie de la letra, sobre todo de las letras impresas en las caras y que deben leerse con más evocación que expectación?

Los aforísticos consejos – fórmulas de “los tres mosqueteros”, dispersos y en apariencia desconectados, señalan un cierto determinismo o fatalidad en los sucesos del inmediato futuro para Celal – y para Galip y Rüya – , como si todo, cabalmente, estuviese escrito, incluso treinta años antes (en la derrota del tiempo ayer, hoy y mañana están en la misma orilla).

“Nuestra maestra y santa patrona es Sherezade; no lo olvides, tú, como ella, simplemente insertas cuentos de cinco o diez páginas entre los hechos de eso que llaman ‘vida’.”

Novela, biografía, ensayo, historia, teatro, tratado de filosofía… qué serían si no tuviesen insertos atajos paralelos a la vía férrea de la existencia.