“Hablaba conmigo mismo, pero ¿qué son ese tipo de conversaciones sino charlas en susurros entre amigos con la segunda persona, y después la tercera, que tenemos enterradas dentro?”
Algo o mucho hay, se evoca, del espejo de Alicia, pero el país de las maravillas es el mismo Estambul, e ir tras el conejo inglés es perseguir al otro u otros que hay dentro – y un poco afuera- de uno.
En “El ojo” (capítulo 10), que podía haberse llamado “El otro”, Celal inventa o concibe el “ojo” o “Él”, a quien no comprende del todo, solo de una forma imprecisa, pero desea imitarlo. Ese “ojo” o “Él” es un resumen o suma de personajes admirados, imitables, que han nutrido su cultura.
Quien quiere ser otro, por no poder o no saber ser él mismo, porque no alcanza a comprenderse en toda su identidad como persona capaz de colmar su individualidad… ¿Se puede ser otro sin dejar de ser sí mismo? ¿Cómo ser otro sin conocerlo? ¿Cuál otro? ¿Otro cualquiera…? ¿Otro metafísico a base de mucho intelectualismo? ¿Hay que buscarlo o encontrarlo…? ¿Querrá ese otro que “alguien” sea él, y él, a su vez, ser “este” otro?
¿Juego de palabras, galimatías ocioso, crucigrama ontológico…? Ni crisis de identidad ni vacío existencial, dos caminos trillados por el pecado del aburrimiento aniquilador del misterio.
“…Sabía que no había nada demasiado sorprendente en que ese ‘yo’ al que observaba desde el exterior fuera yo mismo”.
Celal, el experimentado, solitario, ya casi amnésico, insatisfecho columnista se mira, se siente, se describe a sí mismo como si “en verdad” fuese otro, y a ese otro como si “en verdad” fuese él mismo.
Es Celal quien escribe el episodio, pero tendrá que descubrir y descifrar sus propias palabras… Eventualmente reconocerse en ellas, qué es lo que trata de decir, demostrar, en especial al lector.
¿Cuánto del Orhan Pamuk semioccidentalizado hay en Celal cuando éste no logra ser él mismo? Con su aparente deambular y divagar Celal asume, por lo menos, a la segunda y a la tercera persona que todos o la mayoría llevamos dentro, “enterradas”, y estas mantienen abiertas extrañas puertas de su percepción, y hay que pensar y actuar en consecuencia. Algo nuevo bajo el Sol que parece un o “el” ojo. ¿Y de qué sirve el espejo sin el ojo, un espejo sin un ojo, maravillosa Alicia?