Orgullo dadá


«Y ahí­ lo tienes, un escritor infinitamente original, con una sensibilidad encantadora, más allá de la comprensión del vulgo».

Tristán Tzara

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Recuerdo hoy uno de los poemas claves del Dadaí­smo, en que Tristán Tzara escribí­a que, para hacer un poema, hay que tomar un periódico, seleccionar un artí­culo y recortar cada una de sus palabras: «ponlas dentro de una bolsa. Agí­tala con calma. Luego saca cada uno de los recortes, uno después de otro. Cópialos conscientemente en el orden en que salieron de la bolsa. El poema será idéntico a ti».

Obviamente, Tzara usaba esta reducción al absurdo para expresar la necesidad de renovar las letras y el arte en general del siglo XX que estaba sofocándose por las estrictas reglas de versificación y la poca capacidad de asociar nuevas ideas.

Sin embargo, recuerdo hoy ese poema no en su sentido original; casi siempre, en Guatemala, he escuchado canciones y poemas que intentan expresar el orgullo por ser chapí­n. Siento que el proceso de creación de esas canciones, por ejemplo, se basa en enumerar todo aquello a lo que nos han impuesto como «chapí­n» y lo meten en una bolsa = (marimba, tamales, quetzal, volcanes, mayas, etc.), y luego, sin importar el orden lo hacen una balada: «yo me siento feliz de ser chapí­n, por mi marimba, mis tamales, mis volcanes, y aunque no es la mejor tierra, yo estoy orgulloso de haber nacido en la tierra del quetzal» (¿?)

Lastimosamente, estos versos fáciles son bombardeados a través de los medios de comunicación, y los receptores consumen esto como «guatemalidad». Nuestro orgullo nacional es falso. Por ejemplo, es de señalar que en Costa Rica o en México hay más quetzales que en nuestra deforestada tierra, y esto pese a que, supuestamente, Guatemala significa «tierra de árboles».

Sentimos satisfacción, por ejemplo, del oro de Cheli González, cuando ella no fue apoyada por el Gobierno de Guatemala, tan así­ que su novio-entrenador no viajó con ella a Rí­o de Janeiro. Nos palpita el pecho cuando Arjona lanza su nuevo disco, pero olvidamos que él emigró a México, pues acá no se le apoyó.

Nos sentimos más chapines al ver a un tal Carlos Peña en American Idol, pese a que este cantante tiene poco de guatemalteco y su estilo de voz ya se ha globalizado, tan así­ que le llega a gustar a un cubano de Miami y a una mexicana de música pop. Sin embargo, nos sentimos más chapines cuando gastamos 13 quetzales en un mensaje de texto para apoyarlo. Nuestra guatemalidad es eso: una razón más de mercado para que consumamos «lo nuestro».

El orgullo chapí­n es «dadá», es decir, fundamentado en la nada. No quiero decir que no hay razones para sentirnos orgulloso, pero en este momento no me preocupa eso. (http://diarioparanoico.blogspot.com/)