«Oración», de León Aguilera


Grecia Aguilera

Es mi deseo compartir con ustedes, amigas y amigos amantes del arte, la pieza literaria titulada «Oración», original de mi señor padre, el filósofo León Aguilera: «Â¿Quién eres ante mí­? ¿Quién soy yo, ante Ti, Infinito?/ un pulso soy, un pulso apenas de tu estremecimiento./ ¿Cómo desconocerte? En temblor constelado me influyes/ dialogo contigo, si te inquiero a mi noche respondes,/ relámpago descendiendo por estelares escalas./ Te integro en mí­: Negarte serí­a anularme a mí­ mismo./ Sin Ti pierdo el rumbo, tropezando, tanteando tinieblas,/ espejo es mi conciencia, que refleja tu imagen divina./ Te intuye el bruto, el árbol, el agua, la roca/ y sólo te reconoce el hombre,/ que sobrecogido te invoca./ Te presintió el primitivo, en el rayo, en las tempestades,/ y en cuanto polifónicamente te expresa,/ y ¡horror! hubo pueblos que hiciéronte dios de la guerra/ llevándote al frente de portaestandarte invencible./ (Del hombre repudias el temor servil de rodillas/ recoges la plegaria del bien que se esparce en la vida)./ Lejos de idolatrí­as terráqueas te instalas/ en donde las galaxias en fantásticas rondas sidéreas destellan,/ y como los planetas giran ante el sol volteando,/ y como el Sol girándula enorme de oro en la Ví­a Láctea rueda,/ y como las galaxias expandiendo van las galaxias…/ ¿Qué buscan? Gravitan a donde tú eres Sol de los Soles./ (Tu pensamiento es polvo cósmico inmerso,/ ¡qué poemas estás con nebulosas plasmando!)/ Y emanando ¡oh Ser Cósmico! en el fluir de lo etéreo,/ luz, tiempo, espacio, funden tu propia sustancia,/ siendo el esplendor que de tu mismo espí­ritu irradia./ Desde distancias astronómicas estás junto al hombre,/ providente al clamor de su temor y de su angustia./ Mas si soy infundido en Ti, si soy esa afluencia de tu Numen,/ es que mi espí­ritu en tu llama crepita,/ hálito soy de tu soplo celeste en lo inmenso,/ y la conciencia, y la mente, y la razón,/ la justicia, el amor, la belleza,/ son tu misma eterna inmanencia./ (Este espí­ritu se arde en tu propio mí­stico ensueño/ mi dolor cultiva divinos jardines futuros)./ írida ciencia esquiva nombrarte, materia lo único/ busca para ahondar la miseria reptante del hombre,/ y en vez de su excelsior en su fangal sumergirlo./ Más allá de la materia ¿a qué inquirir?/ esa ciencia topo es de dí­a,/ murciélago de noche sus alas abate./ Transparentad el átomo, id más en lo invisible/ tras la sustancia real en que lo divino palpita,/ pólenes de estrellas fecundando están el espacio,/ rodeándote a modo vasto fulgente incensario./ ¿A dónde ir sin Ti? Supremo, a quien los duelos elevan sus preces,/ en pos de iluminar azul esperanza./ Vano es calcular con la cifra desnuda lo innúmero:/ si el sabio todo lo mide, a Ti no alcanza a medirte./ Si desde Ti el espacio dilátase en lo inconcebible,/ de las constelaciones te arrulla superba armoní­a,/ mientras yo nébula cruzo indeciso en lo azúreo,/ y como un sueño en un sueño celeste me fundo./ Sé que voy exhalado hacia Ti, como lampo/ desde el molde del cuerpo, a la forma total del espí­ritu,/ y un dí­a liberado de rebelde tosca materia/ seré luz en tu luz, de tu saber abriendo el volumen./ Esto hermoso, sublime, esto heroico, en el nexo fraterno/ nos libera para ir conquistando en los dí­as la muerte,/ para aladamente luego cintilar lo sublime/ y más allá del Mal, el supremo Bien conociendo,/ cuando el misterio arroje sus velos/ y el Sancta Sanctorum se abra y relampagueante revélese./ ¡Ah, quien mira tu rostro el halo divino recibe:/ integrado en Tu gloria que pasan cantando los orbes!» ¡Loor al poeta que embelleció con incomparable policromí­a, el caudal de la literatura guatemalteca!