Una trinidad, representada por el Vaticano, Estados Unidos y la central empresarial Confindustria, bloqueó esta semana al gobierno de centro-izquierda italiano liderado por Romano Prodi, obligándolo a prometer políticas más moderadas para seguir en el poder.
Esos tres factores, llamados «poderes fuertes» por numerosos editorialistas de prensa, contribuyeron en forma distinta y por razones diferentes a la crisis política italiana.
Prodi, quien obtuvo finalmente la confianza de las dos ramas del Parlamento después de haber renunciado hace diez días a su cargo al perder la mayoría en el Senado, anunció una serie de cambios claves en su programa político para lograr el apoyo de los sectores católicos ultramoderados, en particular del senador Marco Follini.
El líder del partido Italia del Medio, Follini, quien fue aliado del Silvio Berlusconi en el gobierno precedente de derecha, jugó astutamente sus cartas, apoyado por una alianza transversal, que la prensa italiana no ha dudado en identificar con los herederos de la otrora poderosa Democracia Cristiana, que gobernó por más de 40 años los destinos de Italia.
Apoyados por el Papa Benedicto XVI en persona, la Conferencia Episcopal Italiana y los parlamentarios ’teodem’, –entre ellos la senadora Paola Binetti, brillante médico del Opus Dei elegida en la filas del partido moderado de la coalición gubernamental La Margarita–, los católicos obtuvieron lo que querían: enterrar en los vericuetos del Congreso el proyecto de legalización de las parejas de hecho, sin distinción de sexo.
El proyecto de ley llamado «Dico» (Derechos y deberes de los Conviventes), que reconoce jurídicamente las parejas de hecho tanto heterosexuales como homosexuales, adoptado el 8 de febrero por el Consejo de Ministros al término de espinosas negociaciones, será debatido por el Congreso «con calma», anunció el miércoles el mismo Prodi.
A pesar de las presiones y críticas de la jerarquía de la Iglesia, defensora acérrima de la familia basada en el matrimonio, la coalición de centro izquierda había definido un proyecto base, calificado de tímido, si se compara con los adoptados en otros países europeos católicos, como España y Francia.
Uno de los tres senadores vitalicios que contribuyeron a la caída y posterior reafirmación del gobierno de Prodi, el influyente senador vitalicio Giulio Andreotti, siete veces primer ministro y considerado el hombre del Vaticano en el Congreso, admitió a comienzos de esta semana que el proyecto ’Dico’ había pesado en su decisión de no otorgar su confianza a Prodi.
Junto con Andreotti, otros dos senadores contribuyeron a la crisis del gobierno: el industrial Giovanni Pinifarina, ex presidente de la confederación de industriales, y el ex presidente de la República Francesco Cossiga, aliado incondicional de Estados Unidos y experto en las tramas secretas de la vida política italiana, sobre todo de Gladio, una organización paramilitar anticomunista que funcionó en la segunda mitad del siglo XX.
Los tres senadores, que superan cada uno de ellos los 80 años, rectificaron el propio voto después de que Prodi repitiera que respetaría la alianza con Estados Unidos y el mantenimiento de tropas en Afganistán, así como la intención de continuar su política de reformas económicas que combina «rigor con innovación», según palabras del primer ministro.
Las críticas de los industriales por la lenta política de liberalizaciones y las tensiones con Estados Unidos, marcadas por las protestas por la ampliación de la base militar de Vicenza, al norte de Italia, recibieron de esta forma la respuesta que esperaban.