Oposición a Blair favorece candidaturas más discretas


La oposición que suscitó en la cumbre de la UE la candidatura del británico Tony Blair a presidir el bloque, que no agrada ni a su familia polí­tica socialista, favorece la emergencia de aspirantes menos conocidos y la creencia de que se busca a un dirigente de perfil discreto.


«La pendiente no será fácil de remontar para Blair», resumió un diplomático europeo, tras el aluvión de crí­ticas y reticencias que se escucharon en la cumbre del jueves y el viernes en Bruselas contra el ex «premier» británico.

El hombre cuyo nombre sonaba desde hace dos años para convertirse en el primer presidente estable de la Unión Europea (UE), un puesto que será creado con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, previsiblemente antes de fin de año, sólo cuenta abiertamente con el apoyo de su sucesor en Downing Street, Gordon Brown.

La afirmación de Brown de que Blair «serí­a un excelente candidato» a su llegada a la cumbre no encontró eco, ni incluso entre su familia polí­tica socialista.

Aparte del primer ministro británico, «el resto de jefes de gobierno apoyan la ambición de la familia socialista de obtener» el otro puesto que contempla el Tratado de Lisboa, el de «Alto Representante» de Polí­tica Exterior, y por lo tanto abandonan la lucha por la presidencia, declaró Martin Schulz, lí­der de los eurodiputados socialistas.

El jefe del ejecutivo español, el socialista José Luis Rodrí­guez Zapatero, marcó también sus distancias con el laborista al pedir un presidente «europeí­sta», decidido a «fortalecer» la Unión y «lo común».

Los detractores de Blair le reprochan proceder de un paí­s que no ha adoptado la moneda única europea y se mantiene al margen del espacio Schengen de libre circulación. Tampoco le perdonan que apoyara la guerra de Irak en 2003.

En cuanto a los conservadores, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, opinó que «los nombres de la primera ola no son forzosamente los vencedores de la última» y aseguró que tomará su decisión junto a la canciller alemana, Angela Merkel, «cuando llegue el momento».

A un paso de ser descartada la candidatura de Blair, florecen otras de pequeños paí­ses, de perfil poco carismático, como el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, la ex presidenta letona Vaira Vike-Freiberga, o el ex primer ministro irlandés John Bruton.

El nombre del primer ministro holandés, Jan Peter Balkenende, se escucha alto en los pasillos de Bruselas.

La cuestión es «prematura, pero no sé qué va a pasar», dijo enigmático el holandés.

Los mandatos del presidente y el ministro de Exteriores son definidos vagamente en el Tratado de Lisboa, por lo que serán las personalidades las que determinen su peso.

La figura de un presidente estable, por un mandato de hasta cinco años, dará un rostro y una continuidad al liderazgo europeo, poniendo fin a la presidencia rotativa que ahora ostentan por semestres los jefes de Estado y de gobierno de la UE.

Pero los socialistas parecen apostar por dejar que un perfil bajo ocupe la presidencia, procurando nombrar a un hombre fuerte, de los suyos, al puesto de ministro.

El jefe de la diplomacia británica, David Miliband, podrí­a ser el favorito al cargo si Londres arroja la toalla y retira la candidatura de Blair a la presidencia.

La creación de ambos puestos se realizará una vez se ratifique el Tratado de Lisboa, pendiente de la firma del presidente checo, Vaclav Klaus, prevista en los próximos dí­as.

La UE hizo saber que acto seguido convocará una cumbre extraordinaria, probablemente a mediados de noviembre, para proceder a las designaciones.