La historia de muchos países centroamericanos es la de las oportunidades perdidas. De hecho cada cuatro años perdemos oportunidades en Guatemala para dar pasos firmes en pos del desarrollo. Se toma cada período presidencial a la buena de Dios, sin más deseos de medrar, pasarla y ver si acaso se dejan un par de carreteras hechas. Es un desperdicio de tiempo.
Si comparamos el desarrollo del país con el crecimiento evolutivo de un niño bien podría decirse que Guatemala sufre de un subdesarrollo que nos haría pasar frente a los demás como «subnormales». Somos un país «subnormal» sencillamente porque nos hemos quedado atrasados, no hemos crecido como se debe y, por lo tanto, somos una nación medio enferma, quizá hasta digna de lástima. No es raro por esto que seamos un país que vive todo el tiempo pidiendo. Viene el Presidente de los Estados Unidos y pedimos por los migrantes, viene la de Chile y le pedimos asesoría para reformar la policía, vienen los reyes de España y le pedimos ayuda. Hacemos un espectáculo frente la comunidad internacional con nuestra actitud.
A veces nos parecemos a esos humildes muchachos o ancianos que piden todo el tiempo en los semáforos. Nuestro semáforo en rojo es el alto de los aviones en el aeropuerto. Sólo esperamos que baje el acaudalado para pedirle: «Me da una limosnita por favor». Y ellos muy orondos, como hacemos nosotros desde el carro, sacan un par de monedas, las que sobran y la dan con una sonrisa en los labios, creyendo que así ganarán el reino de los cielos. Y nosotros muy contentos por habernos hecho acreedores de la «generosidad» de la comunidad internacional.
Como somos un país «atrasadito», los demás nos tratan sin dignidad. Viene Bush y hace lo que le da la gana, vienen las transnacionales e imponen sus caprichos, vienen las ONG’s internacionales y hasta hacen trampa en nuestras narices (La OIM no es la única, que conste). Se aprovechan del enfermito, del pobre y hacen lo que quieren. Al final, reconozcámoslo, cuando uno está mal cualquier cosa es bienvenida si eso ayuda un poco a superar el dolor.
Cada cuatro años tenemos la oportunidad de, si no curarnos de una sola vez, ir avanzando en la solución del mal que nos aqueja. Pero a veces se tiene la impresión de que los que llegan a hacer gobierno arriban más bien para complicar las cosas. No sólo no nos hacen avanzar, sino que corren de prisa para atrás. En lugar de hacer un plan estricto de dieta y tomarse la medicina, se gastan los pocos recursos que mantiene en vida a la sociedad, se inventan viajes a Europa y se tira el dinero en sueldos de gente que no existe.
Somos un país administrado por profesionales en la pérdida del tiempo. Nos gobiernan gentes que saben con precisión cómo no hacer crecer el país. Tienen la fórmula para tener el país mal: menos educación, salud y seguridad y más gastos en bagatelas. Perdemos el tiempo porque en el fondo lo único que nos interesa es el derecho de la propia nariz. «Â¿El país? ¿Cuál país? Yo soy cosmopolita», dice el egoísta y mal guatemalteco.