Pese al esfuerzo que se hace en los medios de comunicación social por evitar que el tema de la inseguridad del tránsito caiga en el olvido luego de los fervientes compromisos que hicieron funcionarios y diputados tras el accidente mortal de la curva El Chilero, es evidente que la historia se ha vuelto a repetir y que la llamarada de tusa se está apagando sin que se produzcan cambios significativos. Importante es decir, sin embargo, que esa presión pública tuvo al menos efectos positivos para que en la época de mayor movilización de personas durante la Semana Santa, las autoridades mostraran algún aire con remolino en el control del transporte colectivo.
El caso es que las cacareadas reformas a la legislación para endurecer el control del transporte de pasajeros no llegan por ningún lado y mientras tanto los empresarios y los pilotos pueden seguir actuando con la característica irresponsabilidad en el manejo de la vida de los usuarios que por necesidad tienen que utilizar el servicio público. Ya lo habíamos advertido porque así es nuestra historia, que muestra cuánto nos podemos indignar cuando ocurre un siniestro como el del bus de la empresa La Cubanita, y cuán rápido podemos olvidar el tema, cambiar de motivo de preocupación cuando surge algo nuevo en el horizonte.
Y ahora estamos centrados en el tema de la narcomatanza ocurrida en Zacapa y sus consecuencias, mismo que será objeto de la atención pública durante varios días, hasta que venga algún nuevo incidente que nos atraiga colectivamente y se vuelva, durante unos cuantos días, en objeto de la preocupación ciudadana. Así es como vamos en nuestra vida cívica y por ello es que el nuestro es un país en el que nada cambia porque nadie tiene la capacidad de enfocarse en el mediano plazo, no digamos en el largo plazo, para provocar reformas importantes y trascendentes. Somos un pueblo con mentalidad de coyuntura y que es y ha sido gobernado por bomberos que se especializan en ir apagando los fuegos que ellos mismos encienden.
Porque ya está dicho que esa sucesión de medidas de hecho que son los fuegos cotidianos de nuestro país, son resultado de la ausencia de políticas coherentes para atender las demandas sociales de la población y los funcionarios apenas si reaccionan cuando están contra la pared, cuando se ven presionados por las acciones colectivas de grupos de presión, pero hasta en eso la respuesta es de llamarada de tusa, para apagar el fuego sin tomar decisiones que impidan que vuelva a avivarse con el correr del tiempo. Nuestra indolencia frente al tema de la inseguridad vial es un ejemplo de cómo somos respecto a la compleja realidad nacional. Indolentes, pura alharaca e incapaces de concentrar nuestro esfuerzo en un propósito definido.