Olor, color y sabor de la Semana Santa


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La Semana Mayor o Semana Santa poco a poco se ha ido transformando en un espacio de recreación, un paréntesis necesario en la vida laboral, un tiempo de vacaciones. Ello ha trastocado seriamente su origen y significado: Jesucristo, su sabiduría y vida adelantada a los tiempos, su pasión, su sacrificio, su muerte y resurrección. Con ello, no quiero decir que no se pueda disfrutar de un espacio de tiempo de recreación, de vacaciones, de disfrute con amigos y familia. Sin embargo, creo que muchos pierden por completo el origen de esta conmemoración.

Juan José Narciso Chúa


A pesar que no soy religioso, tengo un gusto enorme por esta corta temporada. Siempre sostengo que la Semana Santa es olor, color, sabor y la música, en una mutua interacción. Es común sentir y disfrutar del olor del corozo, una verdadera satisfacción para el olfato, cuando él mismo se encarga de recrearse en todos los lugares y permite disfrutar su particular aroma. El incienso es otro de los olores característicos, principalmente cuando uno se acerca a las iglesias o a las procesiones, resulta infaltable percibirlo y disfrutarlo plenamente. El aserrín y la viruta de las alfombras es otro de los olores característicos de esta época, dichos materiales mojados también producen un aroma agradable, el cual combinado con el pino lo hace aún más rico en olor.

En cuanto al color, ni hablar. Desde los morados propios de la Cuaresma, que resultan imperdibles, hasta el luto de los cargadores del Viernes Santo, en el Santo Entierro. La floración de los matilisguates, que se presentan exuberantes en sus floraciones rosadas para este tiempo, es un placer visual para disfrutarlo, al igual que el lila de las jacarandas, que se muestran hermosas tanto en el árbol como en el suelo. La buganvilia, en sus diferentes tonalidades, es otra flor que destella belleza durante este corto tiempo.

El sabor es excelso y variado, sencillamente delicioso. Desde los curtidos, el fresco de súchiles, el tiste, las empanadas dulces, los molletes, los duraznos y garbanzos en miel, y las torrejas. Las frutas como el mango “tomy”, jocotes en miel, mango de pita, entre otros. El pescado tiene su espacio. Desde el bacalao envuelto en huevo, hasta el famoso a la vizcaína, es parte infaltable de ese gusto por el sabor. El tamal de viaje es otro de los manjares de esta época.

Esta mezcla de color, olor y sabor, se repunta durante la Semana Santa y aún más si uno va a la Antigua Guatemala, en donde estas dimensiones se perciben mayormente. La música de las marchas que acompañan las procesiones es un aspecto singular, pero tiene que ser dentro del paso procesional, pues cobran una dimensión envolvente y el efecto que producen en el espíritu también es notable.

Todas estas expresiones dentro de la Semana Santa, son características propias de la época, en donde Jesucristo es el personaje principal e indiscutible. Más allá de las consideraciones religiosas, Jesús de Nazaret vino a modificar el estado de cosas en su época, pues cuestionó a las autoridades, abrió el debate con los intelectuales, estableció un cambio total en el pensamiento cristiano y revolucionó el desarrollo de la humanidad con su forma de hablar, sus parábolas y su enseñanza para la vida.

Sólo una persona como Jesucristo pudo haber aceptado el enorme sacrificio que significó su vida en pos de un ideal, en referencia a un compromiso con su Padre y en un deseo por cambiar el derrotero de la humanidad, a través de su propio ejemplo de vida y sufrimiento, sus elocuentes discursos, sus actos de humildad y dejando un legado que todavía hoy nos conmueve a muchos seres humanos, ajenamente a la religión que profesamos. Un ser que cambió la humanidad y revolucionó la forma de ver la vida. Sólo un ser como Él ha podido trascender más allá de la historia y la eternidad.