A pocos meses de su inauguración no es aventurado pronosticar el fracaso del Transurbano, el nuevo sistema de transporte público de la ciudad de Guatemala en el cual numerosos guatemaltecos habían depositado sus esperanzas en el sentido que podía ser el primer paso para la transformación de un servicio vital para la movilización organizada de las personas, que históricamente ha funcionado mal con deplorable atención a los usuarios y el riesgo para su vida por los constantes asaltos.
En mi artículo de la semana anterior hice referencia a algunas de las principales deficiencias de este nuevo sistema de transporte, especialmente el mal trato a los adultos mayores por el criterio equivocado o mal intencionado de los choferes de que tales personas viajan gratuitamente. Digo equivocado, porque dentro del millonario y muy jugoso subsidio que el gobierno paga mensualmente a los camioneteros, está incluido un considerable porcentaje para el pago de la transportación de los ancianos.
Varios de los lectores confirmaron las deficiencias señaladas, e indicaron que yo me había quedado corto con el enfoque, pues el Transurbano está camino al colapso. Me comentaron que el servicio que empezó bien, se ha deteriorado a tal grado que en algunos de los buses se siente olor a orines y ello obviamente no puede ser imputable a los pasajeros. La pregunta es ¿quién o quiénes están haciendo sus necesidades fisiológicas dentro de las unidades? Por otro lado es notorio el descuido para los buses, pues casi siempre están sucios por dentro y por fuera. Da la impresión que nunca los limpian.
Estos lectores, muy acuciosos por cierto, señalaron que antes de las elecciones del pasado 11 de septiembre, en todas las paradas de las diferentes rutas había un guardia para garantizar la seguridad de las personas al subir o descender de los autobuses. En esos días también se observaba en las paradas a un guía ciudadano, cuya principal función era orientar a las personas sobre las modalidades del servicio, el destino de las camionetas, además de ayudar a los ancianos o mujeres con niños para el abordaje. En la actualidad muchos de esos guardias ya no están en las paradas y tampoco los guías ciudadanos.
Al principio se observaba un número aceptable de buses en las distintas rutas circulando hasta las nueve de la noche. En la actualidad, cuando son las seis de la tarde ya no pasan los autobuses de algunas rutas dejando con los colochos hechos a los usuarios.
La conclusión de algunos de los lectores de LA HORA, es que el Transurbano funcionó bien hasta antes de las elecciones, porque se trataba de obtener votos para el oficialismo y su aliado político, el alcalde ílvaro Arzú.