¿Oligarquí­a contra democracia?


Inicio de año; época de compra de útiles escolares, uniformes, pagos legales e ilegales de inscripción en escuelas, colegios, institutos y universidades; época de quejas, de apreturas económicas y de ansias renovadas de seguridad.

Fernando Mollinedo
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Se inició también el «año electoral» de la clase polí­tica con vallas publicitarias terrestres y aéreas, publicación de campos pagados en medios escritos y televisivos, entrevistas radiales y la infaltable peculiaridad de las «bolas y/o rumores»; es época de acarrear agua para el molino de los intereses polí­ticos creando campañas negras en todo medio de comunicación. Se inicia la captación del voto incauto de aquella población que por vez primera será actora en un proceso electoral; es decir los jóvenes ciudadanos que no conocen la historia polí­tica de Guatemala, ni la trayectoria abyecta y miasmática de los polí­ticos criollos; a ellos se les encandilará con canciones rí­tmicas, anuncios falsos, mentiras disfrazadas de verdades o en su caso verdades a medias acerca de la honestidad y virtudes de los candidatos. Se inició la época de la DEMAGOGIA, palabra que deviene del idioma griego ? ??? -d?mos-, pueblo y  ???? -agein-, dirigir; es una idea polí­tica que consiste en apelar a emociones (sentimientos, amores, odios, miedos, deseos) para ganar el apoyo popular, frecuentemente con el uso de la retórica y la propaganda. í‰poca de candidatos a cargos de elección popular que se presentan ante la población electoral como los más interesados en el bien común, se desviven por dar imagen de personas serias y muy bien enteradas de los problemas de la comunidad; y por supuesto, dicen que ellos y sólo ellos tienen la capacidad polí­tica y administrativa para brindar educación, salud, seguridad y trabajo; descalifican a sus oponentes con toda clase de acusaciones ciertas e inciertas. El año electoral, es la época en que los verdaderos dueños de Guatemala, se ven en la necesidad de invertir «algunos centavos» para ayudar a los gastos que implica la propaganda de los partidos polí­ticos; en algunos casos, los poderosos económicos «ayudan» a los dos partidos con mejores probabilidades de triunfo electoral, asegurando de esa forma, la continuidad de los muchos privilegios a los que según ellos tienen derecho a usufructuar como factura polí­tica al partido polí­tico ganador que sufragaron. Lo que distingue a la democracia de la oligarquí­a, es la pobreza y la riqueza; y donde quiera que el poder esté en manos de los ricos, sean mayorí­a o minorí­a, es una oligarquí­a; y donde quiera que esté en las manos de los pobres, es una demagogia. Los millonarios de Guatemala, los ricos, las transnacionales, multinacionales y los narcotraficantes juegan otra vez a invertir en el negocio de la polí­tica criolla para sacar más y mejores ganancias producto de sus actividades lí­citas e ilí­citas con la protección del aparato estatal a su servicio.