La palabra oligarquía es una palabra que han confundido muchísimas personas como venida de cavernas comunistas, debido a la resonancia de la corriente que quedó a partir de la invasión de la United Fruit Company y la CIA en 1954, a través de una resistencia simbólica del ejército de Guatemala y de Carlos Castillo Armas, el testaferro militar de la oligarquía a quien finalmente asesinaron sus mismos contratistas.
La invasión a Guatemala se legalizó en la X Conferencia Interamericana que tuvo lugar en marzo de 1954, en donde Estados Unidos consiguió la aprobación de una resolución que condenaba implícitamente al gobierno de Guatemala. En abril, el arzobispo católico de Guatemala, en una carta pastoral, apeló a favor de un levantamiento en contra del comunismo.
Oligarquía, en ciencia política, es la forma de gobierno en que el poder supremo está en manos de unas pocas personas. Los escritores políticos de la antigua Grecia emplearon el término para designar la forma degenerada de aristocracia. En una oligarquía, el gobierno está controlado por una facción que actúa según su propio interés sin tener en cuenta el bienestar del pueblo, la cual ha sido y es la verdadera situación de Guatemala. Esta facción guatemalteca que ha durado desde el descubrimiento o conquista de Guatemala no ha cambiado más que para apretar con mayor firmeza las tuercas a la población, de manera tal que el guatemalteco en su generalidad, trabaja casi exclusivamente para pagar servicios indispensables cobrados abusiva y onerosamente por quienes robaron impunemente las empresas al Estado y siguen ostentando el poder supremo.
El gobierno de Guatemala estuvo en manos de militares prácticamente desde sus comienzos como República, quienes accedían al poder a través de frecuentes revoluciones. Los oligarcas de Guatemala mantuvieron al ejército en el mando porque así convenía a sus fines. Los golpes de Estado, que fue la forma de cambiar gobiernos durante casi toda la historia después de la «independencia», eran probablemente urdidos en las casas patronales de importantes fincas cafetaleras o azucareras, hasta que llegó el momento en el que miembros del ejército se dieron cuenta de que los utilizaban como simples guardias de sus feudos.
Cuando el ejército ya no convino a sus intereses lo redujeron y dieron «apertura a la democracia». La «democracia» llevó al poder político al más grande monstruo entre los traidores y demagogos: ílvaro Arzú Irigoyen, lo más nefasto que ha tenido Guatemala con poder político. í‰ste conspirador y sus corifeos, incluyendo a í“scar Berger, son los representantes de alta confianza de «los empresarios», es decir, de los oligarcas de Guatemala y, la oligarquía, el narcotráfico y el crimen organizado navegan abiertamente en casi todos los actuales partidos políticos de Guatemala. ¡Ojo con su voto!
Me lo contaron así: Dicen que con Arzú y Berger Guatemala ha estado al borde del precipicio, pero ya dio un paso hacia delante; Que las inundaciones no ocurren porque los ríos crecen, sino porque el país se hunde; «Prohibido robar», el gobierno no admite competencia; En Guatemala tenemos los mejores parlamentarios? que el dinero pueda comprar.