La gasolina, el diésel y los demás derivados del petróleo han subido y siguen subiendo de precios en esta hora dramática del mundo.
Ya se está tornando insoportable el aumento excesivo y progresivo de los precios de tales productos. Poco falta para que en los países subdesarrollados como el nuestro se inmovilice todo lo que constituye la vida activa y productiva de la población.
Los empresarios del transporte urbano y extraurbano en general están como a punto de tronar en esta pobre Guatemala nuestra.
Y la autoridad constituida se ve impotente de adoptar medidas que puedan dar alguna solución favorable a tan difícil situación que afecta a la colectividad, pero sobre todo a la pobrería que ya no aguanta con el ajobo.
Se ha dicho, significativamente como por antonomasia, que el petróleo es el excremento del diablo… ¡Una figura retórica que ilustra en cuanto a lo que es, en sí, el energético que está provocando tremenda discordia a escala mundial.
En realidad, se ha producido lo que podemos calificar de GRAN CHANTAJE PETROLERO; así, escrito con versales. Según parece, los magnates del también llamado oro negro están temiendo que un producto sucedáneo (verbigracia el etanol) les agí¼e la fiesta de los negociazos seculares que casi no benefician a los famélicos y oprimidos pueblos?
«Ombres» (sin h) como el rechoncho e histérico espadón que tiraniza a los venezolanos -léase Hugo Chávez-; como el espiritado bravucón que gobierna en Irán, y como otros de su calaña que se han entronizado en algunas otras latitudes, se regodean chantajeando a las naciones del campo democrático, sin reparar, se supone, en el grave daño que causan a las masas sociales empobrecidas, las cuales tarde o temprano -pero ojalá que más temprano que tarde- tendrán que dar merecida respuesta a esos insensatos chantajistas que conspiran contra el sistema democrático para imponer regímenes dictatoriales y tiránicos inconfundiblemente liberticidas.
En los países de los diversos continentes circulan millones y millones de vehículos de toda clase, al punto que de repente ya no habrá espacios disponibles para su estacionamiento bajo techo ni a la intemperie.
Es posible que se esté pretendiendo que se suspenda, al menos por determinado tiempo, la fabricación de tantos «trastes rodantes» y contaminantes que inundan las calles y las carreteras de los países diseminados en toda la bola terráquea.
Por de pronto, los guatemaltecos estamos sufriendo serias molestias respecto de la locomoción, amén de graves perjuicios económicos como consecuencia de los altos costos de los combustibles y demás derivados del petróleo. Todo, todo, todo, como lo estamos comprobando, se ha puesto demasiado caro. Sólo la muerte, en cambio, está muy barata, aunque no los servicios funerarios?
Para colmo de males, en las gasolineras no sólo se compran a precios de explotación inicua los carburantes, sino a la vez con inexactitud; es por ello que recomendamos o sugerimos a quienes manejan carricoches y demás «patas de hule» permanecer ojo al Cristo cuando les estén despachando esos productos, porque de entrada, con aire, se marcan buenos centavos o quetzales, y es que, a lo mejor, las compañías distribuidoras regulan a su particular conveniencia los aparados medidores de lo que se compra cuantas veces es menester para que moros y cristianos puedan movilizarse por aquí y por allá.