Con eso de que haya «personas o grupos que generan y reproducen información falsa sobre entidades financieras sólidas, con el fin de desestabilizar la institucionalidad pública y privada del país», aplaudo el gesto del gobierno porque a través de una intensa campaña propagandística haya estado poniendo a disposición de la ciudadanía un teléfono y correo electrónico para que los denuncien de forma confidencial. No podía ser de otra manera, las fuerzas de seguridad del Estado hacen muy bien en prevenir el delito, de poner las cosas en su lugar y de velar porque impere la ley en Guatemala, lo que por lo visto se ha vuelto deporte nacional hacer todo lo contrario.
Son mis mejores deseos porque el gobierno, a través del Ministerio de Gobernación dé el mejor de los ejemplos de respeto a la ley y no que los métodos a utilizar vayan a violar principios consignados en la Constitución de la República. Ahora bien, ¿por qué no se hizo lo mismo o se tuvo el mismo celo, oportuna y adecuadamente, para prevenir la serie de delitos cometidos por los inescrupulosos banqueros que tranquilamente pudieron hacer micos y pericos con el dinero de sus clientes, hasta dejarlos frente a la terrible situación de perder los ahorros de toda su vida?
Insisto en decir que nuestros legisladores tuvieron el tino de prever clara y explícitamente en el texto constitucional que nos rige las funciones de la Junta Monetaria y de la Superintendencia de Bancos, que no se cumplieron lamentablemente en el caso que nos ocupa, por cuanto no se tomaron las medidas adecuadas para velar por «la liquidez y solvencia del sistema bancario nacional, asegurando la estabilidad y el fortalecimiento del ahorro nacional», mucho menos se ejerció adecuadamente la vigilancia e inspección de bancos e instituciones financieras por todos conocidas que motivaron la pérdida de confianza y credibilidad que hoy estamos padeciendo.
La prevención del delito debe ser pareja y nuestras autoridades debieran evitar los daños y perjuicios consecuentes de su cometimiento, sean producidos por delincuentes de cuello blanco, por los organizados o los que simple y sencillamente se ríen de los empíricos sistemas de seguridad montados por todas partes, pero que a la primera de cambios resultan ser tan débiles que les producen fácilmente varios millones de dólares, como lo recientemente ocurrido en el Aeropuerto La Aurora.
En vez de prevenir, en Guatemala nuestras autoridades por tradición aplican mucho aquella famosa frase que dice: «después del trueno ¡Jesús María!» y es hora de corregir algo que ha venido siendo causa fundamental de la delincuencia que nos agobia. ¿Acaso no está a la vista de todo el mundo?