Ojalá empiecen bien el año


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Ya era hora que el Gobierno apretara las clavijas a los transportistas extraurbanos y sus conductores. No podemos seguir viviendo como en la época de las cavernas, para que cada quien siga haciendo lo que le venga en gana ocasionando la pérdida de valiosas vidas humanas, causando daños y perjuicios a sus víctimas y a la sociedad en general.

Francisco Cáceres Barrios


El último caso acaecido apenas el sábado 28 de diciembre, cuando un autobús de Transportes Tacaná, cayera a un barranco de 20 metros de profundidad, provocando milagrosamente solo heridas a 40 personas, cuando por excesiva velocidad circulaba de la capital hacia San Marcos, en el kilómetro 238, jurisdicción de San Antonio Sacatepéquez, sobrecargado con 70  cuando solo tenía capacidad para 48 pasajeros, es un evidente ejemplo de que es indispensable acabar con el relajo. Con esto más, que como de costumbre el conductor y su ayudante salieron en precipitada fuga.

No hay que olvidar que el presidente Pérez Molina, el ministro Sinibaldi y todos los funcionarios del actual gobierno tienen la responsabilidad ineludible de cumplir y hacer que se cumpla la ley. No es cuestión solo de legislar sino que se debe implementar todo lo que sea necesario para ponerle fin a tanto descalabro que ha venido ocurriendo impunemente. Está bien que los transportistas y conductores adornen sus unidades como árboles navideños, pero que sus frenos agarren; que sus luces delanteras funcionen sin encandilar a los que vienen enfrente; que las llantas no estén lisas; que utilicen las señales adecuadas para alertar a los vehículos cuando se vayan a detener y mientras se construyen estaciones adecuadas para dejar y recoger pasajeros.

Tienen el respaldo popular que aplaude la decisión gubernamental para que se acaben las mordidas para la extensión de permisos de transportes inadecuados; que los conductores de las unidades dejen de ser patojos inexpertos y sí conductores que satisfagan estrictos requisitos. Pero hay algo más importante todavía, que implementen un sistema eficaz de control y supervisión permanente, no solo para los feriados o fines de semana. De ahora en adelante debieran ser revisados durante las 24 horas diarias cuanto vehículo de transporte colectivo empiece y finalice su ruta. En las carreteras debieran ser monitoreados convenientemente para que no excedan los límites de velocidad permitidos y que se actúe drásticamente para que deje de existir la asquerosa práctica del apretón de manos con billetes de por medio. ¡No más revisiones “anuales” sí más supervisión “diaria”!

Vale la pena empezar bien el año 2014 aunque lluevan quejas, reclamos, pataleos y los acostumbrados berrinches de los transportistas, conductores y ayudantes, para que aprendan sus colegas de los “urbanos”. Ya es hora de cambiar el sistema que en Guatemala manda el que utiliza el chantaje o la coacción para hacer dinero a costa de la vida humana. Es el momento de abrirle las puertas al progreso y desarrollo.