En los últimos días, los medios de comunicación han mencionado incontables veces la posibilidad de que la SAT contrate a una empresa argentina para reestructurarla y mejorar la recaudación fiscal. Sin embargo, ya tanto se ha dicho sobre ese tema, que hoy opino sobre la SAT desde la perspectiva del ciudadano “de a pie”, los que día a día nos toca enfrentar la inoperancia de dicha entidad.
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En los primeros días de esta semana debí, como ciudadana preocupada por mis responsabilidades, avocarme a las agencias de la SAT para realizar gestiones en función de cumplir con mis deberes tributarios.
Me dirigí hacia la agencia de la justificadamente SATanizada entidad, ubicada en la 7ª avenida de la zona 9 capitalina, tan solo entrar parecía una hazaña imposible por lo que me dirigí a otra de las sucursales en la calzada Roosevelt esperando tener un poco más de suerte. La esperanza acumulada en mi corazón durante el trayecto cayó directo a mis pies al arribar y darme cuenta de que la cola para ingresar era igual o más larga que la que me había topado anteriormente. ¿Qué más da?, pensé, de igual forma hacer el trámite es ineludible. Tomé mi lugar en una fila que además carecía de orden alguno, “al menos están pasando uno de los partidos”, me regocijé, mientras notaba una pantalla sobre las cabezas de los cientos de contribuyentes que aspiraban entrar al codiciado recinto.
Concluyeron los 45 primeros minutos de juego y apenas había avanzado unos cuantos pasos, desesperada miraba a mi alrededor y nada parecía ocurrir. Esperé un poco más y resolví regresar a mi punto de partida: la agencia de zona 9 en donde una larga cola para entrar fue sucedida por una larga espera (de más de 300 números) para ser atendida horas después. Al finalmente llegar a mi destino se me informó que los papeles que la persona encargada me había indicado “amablemente” que debía llevar estaban incompletos. Enojada y rezongando, me dispuse a conseguir lo que me faltaba, al menos ahora ya no tenía que esperar en cola. Si tan solo me hubieran contestado en el call center de la SAT alguna de las incontables veces que marqué el 1550, hubiera podido rectificar los errores de las personas que al parecer, no saben hacer su trabajo.
Finalmente y después de 8 horas de intentarlo con desesperación, logré hacer mi gestión, la que dejó un saldo de Q70 de parqueo, una espalda tiesa, pies adoloridos y una vejiga a punto de reventar ante la inexistencia de un baño para los contribuyentes que deben esperar horas para ser atendidos.
Después nos preguntamos por qué los ciudadanos se rehúsan a acudir a cumplir con sus obligaciones tributarias y es que verdaderamente el proceso es tan engorroso que si careciera de la conciencia de la importancia que tiene para el país, hasta yo me uniría a esos muchos que se mantienen alejados de esta obligación ciudadana.
Es necesaria sin lugar a dudas una nueva estrategia para la renovación de la SAT, no solo desde la perspectiva del aumento de la recaudación fiscal, muy necesario según mi punto de vista, sino también desde el enfoque de hacerla eficiente para el ciudadano. Por otro lado, considero que el 2% de la recaudación que por ley corresponde a dicha entidad debiese ser suficiente para volver funcional ese inoperante ente, por lo que pretender contratar a una empresa extranjera para el diseño e implementación de la “reingeniería” de la institución, a pesar de supuestamente no representar un gasto para el Estado, me parece poco serio y una forma de subestimar a la capacidad guatemalteca.
Utilizar las herramientas de tecnología hoy a nuestro alcance e implementar mecanismos que coadyuven a optimizar los recursos, especialmente el tiempo de los contribuyentes, es un paso importante e impostergable en la renovación de la SAT.