Ociosas frivolidades


Otra vez me atrapó el sí­ndrome de la ociosidad, de suerte que no tengo disposición alguna de exprimirme los sesos para escribir algún artí­culo que pretenda sugerir implí­citamente a mis contadores lectores que adopten una actitud adusta y solemne, y de ahí­ que he dispuesto compartirles, a manera de distracción de fin de semana, varias frí­volas anécdotas, con el riesgo de que alguna la repita, porque no es fácil recordar lo que se ha publicado cuando se escriben tres artí­culos semanales.

Eduardo Villatoro

Q- Los propietarios de una empresa llegaron a la conclusión de que era el momento de cambiar el estilo de gestión, por lo que contrataron a un nuevo gerente, quien asumió el cargo con la determinación de realizar profundos cambios administrativos y convertir a la empresa en más productiva.

El primer dí­a, después de haberse instalado en su despacho, procedió a realizar una inspección de campo. En la planta baja todos estaban trabajando, excepto un muchacho que se encontraba displicentemente recostado contra la pared, con las manos en los bolsillos. El nuevo gerente vio que era buena oportunidad para dejar bien clara su filosofí­a del trabajo, de modo que se acercó hacia donde estaba el joven y le vociferó: -¡¿Cuánto gana usted por mes?! El muchacho respondió: ?Algo así­ como Q1,800 ¿por qué?

El gerente sacó de su billetera esa cantidad de dinero, se la entregó al muchacho y le dijo: -Aquí­ está el sueldo de este mes. Ahora desaparezca ¡no quiero verlo nunca más! El joven guardó el dinero y se fue.

Muy ufano, el gerente preguntó al grupo de operarios: -¿Alguno de ustedes puede decirme qué hací­a este joven en la empresa? Uno de los obreros respondió: -Sí­, señor. Vino a entregar una pizza.

Q- Una pareja se fue de vacaciones a un sitio alejado en cierta provincia de Canadá, a un lago donde en varias áreas se podí­a pescar, porque al marido le encantaba la pesca, mientras que la mujer se deleitaba leyendo.

Una mañana, el marido volvió después de dos horas de pesca y decidió tumbarse para tomar una siesta. La esposa, aunque no conocí­a muy bien el lago, dispuso salir a pasear en la lancha. Remó una pequeña distancia, ancló la lancha en un recodo y retomó la lectura de su libro.

Al poco rato apareció el guardabosque en su bote. Le llamó la atención la mujer y le dijo: -Buenos dí­as, señora ¿qué está haciendo? -¿No lo ve? ?replicó la fémina-, leyendo un libro. El hombre repuso: -Se encuentra usted en un área de pesca restringida. ?Pero si no estoy pescando ?se defendió la mujer ¿o no se da cuenta?

El guardabosque insistió: -Sí­, pero tiene todo el equipo, así­ que tendré que llevarla conmigo y ponerle una multa. -Si usted hace eso ?precisó la señora- lo denunciaré por intento de violación.

-Pero ni siquiera la ha tocado, alegó el hombre. La mujer indicó: -No, pero tiene todo el equipo.

Q- En un pueblo de San Marcos un grupo de vecinos se divertí­a con un supuesto retrasado mental, a quien, en la cantina, le ofrecí­an que escogiera entre dos monedas, una un poco grande de 25 centavos, y la otra, más pequeña, de 50 centavos. El hombre siempre escogí­a la mayor, entre las risotadas de los parroquianos.

Un dí­a llegó un forastero que al observar la broma le dijo al sujeto si no se habí­a dado cuenta que la moneda más grande valí­a menos que la menor. ?Lo sé ?admitió-, pero cuando escoja la menor, el juego se acaba.

Q- Esta historieta es para gente que tiene niños, algún dí­a tendrá niños, tuvo niños que ahora ya están grandes, alguna vez fue niño o conoce a algún niño.

Mientras el padre empacaba sus objetos en una valija, su hija de tres años estaba retozando en la cama. En un momento dado le dice: -Papi, mira esto, y levantó los cinco deditos de su mano derecha. Intentando jugar con ella, el padre cogió la manita y se metió dos deditos a su boca. ?Me voy a comer estos deditos -le dijo, y luego salió de la habitación.

Cuando el papá regresó al cuarto advirtió que su hija estaba parada en la cama, mirando detenidamente sus deditos desde varios ángulos, y al notar una expresión devastadora en su infantil rostro, el padre de la criatura le preguntó: -¿Qué le ocurre a mi pequeña señorita? La niña se limitó a inquirir: -¿Qué le pasó a mi moco?

Q- Después de medio siglo de altibajos en el matrimonio, Romualdo muere y, para su asombro, al poco tiempo la esposa también fallece y va a parar al cielo, donde se encuentra con quien fuera su marido en la tierra.

-¡Romy! ¡Qué felicidad encontrarte! ?exclama

El hombre, a la defensiva, repone: -¡No me vengas con estupideces! El trato fue «hasta que la muerte nos separe».