Ocho estadounidenses y cinco canadienses muertos


Un grupo de Al Qaeda muestra a una pareja de italianos capturados. FOTO LA HORA: AFP SITE Intelligence Group

Ocho civiles norteamericanos, que trabajaban probablemente para la CIA, y cinco canadienses, cuatro de ellos soldados, murieron el martes y el miércoles en Afganistán, donde 2009 ha sido el año más sangriento para las fuerzas extranjeras desde 2001.


«Ocho estadounidenses murieron en un atentado en RC-East», declaró un funcionario de la embajada de Estados Unidos en Kabul, en alusión a la región militar del este de Afganistán, que incluye 14 provincias.

En Washington, una portavoz del Departamento de Defensa indicó que los ocho estadounidenses murieron en una base militar cuando un hombre hizo estallar explosivos que llevaba consigo.

El atentado se produjo en la Base Operacional de avanzada Chapman, situada en la provincia de Jost, cerca de la frontera con Pakistán, precisó la portavoz del Pentágono, la teniente coronel Almarah Belk.

Según The Washington Post, «la mayorí­a (de las ví­ctimas) eran probablemente empleados o subcontratados de la CIA».

Los talibanes reivindicaron el jueves por la mañana la autorí­a del atentado suicida.

«Ayer, en una base estadounidense cerca del antiguo aeropuerto de Khost, un kamikaze nombrado Samiulá perpetró un atentando suicida al detonar su cinturón de explosivos y matar a 16 estadounidenses», declaró Zabihulá Mujahid, portavoz de los talibanes contactado por teléfono.

«Era nuestro hombre y detonó su cinturón en medio de agentes de la CIA», añadió el portavoz talibán, que subrayó que los talibanes reivindican el atentado.

Por otra parte, cinco canadienses, cuatro soldados y una periodista, perecieron el miércoles en la explosión de una bomba al paso de su vehí­culo blindado, en Kandahar, bastión de los talibanes del sur del paí­s, anunció el jefe del contingente canadiense en Afganistán, general Daniel Ménard.

La periodista, primera representante de la prensa canadiense que muere en Afganistán, es Michelle Lang, del diario Calgary Herald, que realizaba su primera misión en el paí­s, indicó la televisión pública CBC.

«Los soldados patrullaban para recabar informaciones sobre la vida diaria y garantizar la seguridad en la zona», agregó el oficial.

«La periodista iba con ellos para informar de lo que hacen los soldados canadienses en Afganistán», añadió.

Un total de 138 soldados canadienses han perdido la vida en Afganistán, donde Canadá tiene unos 2.800 militares en la región de Kandahar. Este contingente debe ser repatriado en 2011.

Estos nuevos ataques se producen cuando el número de soldados norteamericanos y de la ISAF debe aumentar de 113.000 a 150.000 en 2010 para combatir la insurrección de los talibanes. El año 2009 ha sido el más mortí­fero para el contingente extranjero desde la invasión del paí­s en 2001.

Al mismo tiempo, el número de civiles extranjeros presentes en Afganistán, en el marco de los contratos con los gobiernos, aumenta rápidamente en momentos en que la estrategia para controlar a los rebeldes hace hincapié, más que antes, en la ayuda y el desarrollo.

Estados Unidos anunció el mes pasado que duplicó la cantidad de expertos civiles en Afganistán y que estaba por alcanzar el objetivo de mil civiles para fin de año.

Estos dos últimos ataques se producen en plena polémica sobre la muerte de diez civiles, que según un informe oficial publicado este miércoles fue obra de las fuerzas extranjeras en Afganistán, y de manifestaciones antiestadounidenes en Kabul y Jalalabad (este).

La ISAF niega estas acusaciones y asegura que «no existe prueba directa para sostener» las conclusiones de los investigadores.

OTAN A sangre y fuego


Récord de bajas, atentado suicida en el corazón de una base estadounidense, acusaciones de «asesinatos» de civiles afganos: las fuerzas internacionales en Afganistán, que comienzan a recibir los refuerzos prometidos por Barack Obama, terminan el año 2009 a sangre y fuego.

Los reveses se acumularon en estos últimos dí­as para las fuerzas internacionales, pocas semanas después del anuncio por el presidente estadounidense y sus aliados de la OTAN del enví­o de unos 40 mil soldados suplementarios para intentar sofocar la insurrección de los talibanes, que avanza en el terreno y en intensidad.

La muerte de diez civiles, incluidos ocho adolescentes, en una operación en el este de Afganistán, provocó esta semana la cólera del presidente Hamid Karzai, quien acusó a las fuerzas internacionales, así­ como manifestaciones hostiles en Kabul y Jalalabad (este).

La publicación de un informe oficial que confirmó estas acusaciones suscitó una polémica, debido a que la OTAN demoró en reconocer los hechos antes de confesar que una operación habí­a tenido lugar pero aduciendo que los soldados se habí­an limitado a responder a disparos de personas «en edad de combatir».

La muerte de estos civiles provocó la indignación en el paí­s y dos manifestaciones de varios cientos de personas en Jalalabad y Kabul reunieron a centenares de estudiantes que protestaron a los gritos de «Obama, tú eres el gran Satán» y «Obama retira a las tropas de Afganistán».

El martes, el blanco fue el contingente canadiense basado en Kandahar, un bastión talibán en el sur afgano. Cuatro soldados y una periodista del diario Calgary Herald, Michelle Lang, que realizaba su primera misión en este paí­s, murieron al estallar una bomba al paso de su vehí­culo blindado.

El miércoles, los talibanes asestaron un gran golpe al matar a ocho estadounidenses, que según el Washington Post trabajaban para la CIA, en una base militar de la provincia fronteriza de Khost (sureste).

Según un portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, el kamikaze, llamado Samiullah, activó su cinturón cargado de explosivos en medio de los agentes de la CIA.

Los ataques en la entrada de las bases son frecuentes, pero es sumamente raro que un atentado sea perpetrado dentro de una de esas bases, donde las medidas de seguridad son muy estrictas.

Sin embargo, empleados afganos en tareas de construcción y mantenimiento se desplazan con relativa libertad, así­ como soldados afganos entrenados por los estadounidenses.

Antes de estos dos ataques, las fuerzas internacionales ya habí­an batido de lejos este año un récord de bajas desde su llegada en 2001, con 512 muertos contra 295 en 2008, que ya habí­a sido un año récord, según un conteo de la AFP establecido a partir de un sitio internet especializado icasualties.org.

La cantidad de militares estadounidenses muertos se duplicó a 311 en 2009, de 155 en 2008.

Con los refuerzos anunciados por Estados Unidos y la OTAN, los efectivos totales pasarán de 113.000 a 150.000 en 2010.

Y las bajas también deben aumentar, según los expertos.

Incluso el jefe de estado mayor interejércitos de Estados Unidos, el almirante Michael Mullen, en visita en Afganistán el 14 de diciembre, habí­a advertido que debe esperarse el regreso de una cantidad creciente de sarcófagos a Estados Unidos.

«Esta misión será mucho más difí­cil de lo que era hace un año» para los soldados estadounidenses, admitió.

«Dije a nuestra tropa que debe prepararse a más combates y a más bajas», porque «la insurrección se ha hecho más violenta, más extendida, más sofisticada» y los talibanes «más eficaces», declaró.