El caso del finiquito express para el doctor Villavicencio sirve para demostrar que no funcionan los controles existentes en Guatemala para el tema de probidad. Él dejó el cargo de director del Hospital Roosevelt hace más de cinco años y dejó como secuela reparos y objeciones de la Contraloría de Cuentas que generaron multas, además de un proceso penal que se le inició por el faltante de alguna proveeduría.
Si Villavicencio tenía derecho a solventar la situación, eso debió ocurrir dentro de plazos razonables y normales, es decir, debió haberse librado de cualquier imputación hace mucho tiempo. En cambio, ni el Ministerio Público ni la Contraloría de Cuentas parecen haber actuado con apego a la ley y eficiencia para diligenciar los señalamientos en contra del hoy Ministro de Salud. No puede ser que un caso de falta de transparencia o de supuestas anomalías se quede en el limbo durante tantos años sin que nadie mueva un dedo para arreglar las cosas.
Si Villavicencio no llega a ser nombrado por el general Pérez Molina, su caso no va ni para atrás ni para adelante y así debe haber infinidad de situaciones en las que personas que abandonan la administración pública no tienen que dilucidar sus actuaciones ni tienen por qué preocuparse por señalamientos en su contra porque nadie hará nada, ninguna autoridad tendrá interés en perseguir lo que sea perseguible.
Es obvio que algo no funciona correctamente porque si Villavicencio pudo arreglar sus papeles tan rápido, podría uno pensar que los reparos eran puras babosadas de los contralores. Pero también podría uno suponer que basta una orden superior para dejar sin efecto cualquier investigación. El Ministerio Público tuvo varios años para investigar las acusaciones contra Villavicencio, pero ni lo acusó formalmente ni lo exoneró de responsabilidad. En otras palabras, lo dejaron en el limbo y fue hasta que le hizo falta el finiquito, que mágicamente todo se resolvió en cuestión de horas. ¿Será que así es como funciona la justicia en Guatemala?
Repetimos en que sin hacer prejuicios sobre el papel de Villavicencio, su actual situación es indudablemente motivo de dudas y suspicacia porque resulta muy difícil entender cómo es que un sistema de control y auditoría puede funcionar con ese nivel de ineficiencia. Repetimos que por donde se quiera ver el caso, se trata de una muestra garrafal de ineptitud, tanto si procedía dar el finiquito (lo que entonces debieron haber hecho hace mucho tiempo) como si no procedía y el mismo se emitió acatando órdenes e instrucciones de la superioridad, como antaño solía decirse.
Minutero:
De plano que el finiquito
es un pobre requisito
y si el jefe lo reclama
se lo entregan a la llama