Objetivo: Generación Internet


En la década de los noventa se produjo la gran eclosión de la pequeña pantalla, eclosión de crí­tica que no de público. Es bien sabido que The wire no llegaba al medio millón de espectadores en HBO cuando se emití­a en Estados Unidos, y eso fue después de que la serie estuviera a punto de cancelarse allá por su tercera temporada. Lo mismo puede decirse de clásicos como Los Soprano o Deadwood, que consiguieron sobrevivir (aunque esta última muriera en su tercera entrega) a base de prestigio más que de audiencia.


No son ejemplos aislados: Nip/Tuck, Carnivale, Californication o Breaking bad nunca han conseguido sobrepasar el muro de las minorí­as, pero su peso como apuesta por la calidad de sus respectivas cadenas compensa cualquier otra valoración.

Las cadenas generalistas de EE.UU., emperradas en borrar cualquier atisbo de madurez en sus parrillas, están consumidas por un furor adolescente de resultados dudosos. Sirvan como ejemplos los -malos- resultados de series como Chuck, Community o el lento declive de 30 Rock y la cancelación de la legendaria Ley y orden en comparación con la subida de realities como America»s got talent o Survivor y la proliferación de series franquicia como CSI o NCIS o los sondeos en busca del público de Perdidos, como The event.

Dicho esto, lo cierto es que las cadenas -por cable y generalistas, al alimón- apuestan ya sin ambages por bajarle la edad a la televisión. CBS, por ejemplo, se confí­a a Hawaii 5.0 (una serie cuyo piloto pudo verse ayer en el marco de la segunda edición del festival de series de Digital ), con señores de músculo y pistola, y señoras de pistola y bikini.

Con eso, paisajes de primera clase y mucha persecución con y sin helicóptero esperan llegar al exitazo de CSI, ahora que parece que a los chicos de Grissom se les está acabando la gasolina. De momento la serie (próximamente en Fox y Telecinco) gusta y entretiene a partes iguales y promete un tono amable que -se supone- arrastrará a los más jóvenes.

Lo mismo puede decirse de Glee, la gran esperanza blanca de la parrilla estadounidense y un filón para Fox (cadena que también la emite en España junto a Neox) que se ha forrado a base de utilizarla como plataforma para vender discos, conciertos, pósters y DVD además de hablar de temas espinosos con una corrección inequí­vocamente impoluta, sabedora de que los padres del espectador tipo de la serie controlan el mando del televisor.

Las propias huestes de HBO han entrado al trapo con True blood, y han conseguido su mayor éxito hasta la fecha con un producto vampí­rico que se perfila como el reverso tenebroso de la pazguata saga de Crepúsculo, pero aún así­ capaz de enganchar al público ideal: esos chavales que consumen Internet como si fuera chocolate y que le piden caña a la tele. No madurez, caña. Algo semejante puede decirse de: The big Bang theory (Paramount Comedy), una maravilla capaz de jugar a dos barajas y vencer en todas las partidas: su imagen es impecablemente joven y sus diálogos inciden en una lectura nostálgica de la vida con un delicioso toque freak. La generación Internet la venera sin remilgos.

La misión final de todo este despliegue que mira de reojo a los chavales (y los que no lo son tanto pero siguen manteniendo gustos similares) es arrancar al espectador de las garras de Internet y sentarlo en el sofá… o al menos intentarlo.