«Obamaní­a» mundial


Un habitante de Zanzibar, ífrica, muestra sus simpatí­as por Obama.

La «Obamaní­a» invade el mundo: a nivel internacional el candidato presidencial demócrata Barack Obama parece ser el preferido, pero esta popularidad no implica que sus ideas sean realmente conocidas, opinaron expertos.


Barack Obama es el candidato favorito del 42% de los ciudadanos del mundo, mientras que sólo 12% votarí­a a su rival McCain si tuvieran la oportunidad de hacerlo, según un amplio estudio de la BBC realizado en 22 paí­ses con una muestra de 22.500 personas.

En Europa, el primer negro con posibilidades de convertirse en el presidente de Estados Unidos es particularmente popular, con picos superiores al 80% de opiniones favorables en Francia y Alemania, según otras encuestas.

Pero para algunos expertos interrogados, existe un desfasaje enorme entre la imagen que proyecta el demócrata y la realidad de su programa.

El presidente saliente, George W. Bush, terminó encarnando «lo peor que tiene Estados Unidos: un hijo de la peor rusticidad europea, embriagado de religión y pesadamente armado, mientras que Obama personifica lo que hay de bueno en Estados Unidos, un hijo de Europa, joven y lleno de esperanza, en el corazón de una sociedad multiracial. Pero esas dos visiones tienen una gran cuota de fantasí­a», observa Max Wolff, profesor en la universidad New School de Nueva York.

En Estados Unidos como en Europa, Obama aparece como aquél que puede brindar un cambio. Pero en dos asuntos de peso como la economí­a o la polí­tica extranjera, no se puede esperar un giro de 180 grados, según Wolff.

Obama «cuenta entre sus consejeros financieros con Austan Dean Golsbee, de la universidad de Chicago, conocida por tener el programa neoliberal más ortodoxo de la tierra; y Paul Volcker, artesano de la polí­tica monetaria de (Ronald) Reagan, un halcón en materia de inflación», añadió.

En polí­tica extranjera, tampoco «se ven nuevos rostros», estima el experto, al citar en el equipo demócrata al compañero de fórmula de Obama, Joe Biden, «uno de los partidarios de la invasión en Irak» en 2003; y a Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad en la presidencia de Jimmy Carter, «considerado uno de los responsables de que aparecieran los talibanes».

Para Julien Vaisse, investigador francés de la Brookings Institution de Washington, hay que analizar el proyecto polí­tico, social y económico de Obama dentro de una perspectiva estadounidense. «Los demócratas están mucho más cerca de los republicanos que los europeos», subraya.

La extensión de la cobertura social anunciada por Obama, por ejemplo, está muy lejos del sistema europeo de un acceso garantizado a la atención médica para todos, explica.

En cuanto a la pena de muerte, «no se opuso al principio», aunque en Illinois -estado del que es senador- introdujo mecanismos para darle más garantí­as al proceso, como verificación de la neutralidad de los jurados y filmación de los interrogatorios, dice Vaisse. «En cuanto al porte de armas, no propuso ninguna reglamentación radical», agrega.

«No digo que no sea el hombre que se cree que es, sólo digo que la fascinación que ejerce, su carisma similar al de Bill Clinton, llevaron -sobre todo a los europeos- a olvidar que es estadounidense», añade.

El historiador, que acaba de publicar «Historia del neoconservadurismo en Estados Unidos», juzga errónea cualquier analogí­a con el tablero polí­tico europeo. «Decir aquí­ que uno es socialista es de los peores insultos, es equivalente a bolchevique», recuerda Vaisse, subrayando cuánto el eje polí­tico se desplazó hacia la derecha en los últimos años en Estados Unidos.

Según Vaisse, aparte de los efectos que provocaron algunos de sus anuncios, Obama es «un cuerpo plástico indiferenciado», voluntariamente bastante vago sobre sus intenciones: «Es una táctica para reunir un máximo de gente y para que puedan proyectar en él el Estados Unidos que aman», concluye.