El presidente Barack Obama, con su nueva ley, ya permitió que se descongele a niños congelados para así poder arrancarles sus células embrionales que servirán para el tratamiento de enfermedades como el Parkinson, la diabetes, el Alzheimer. Un accionar antivida que el presidente Bush no lo había autorizado porque significaba sacrificar a esos bebés.
En los Estados Unidos hay 400 mil y, en el mundo se calcula que son más de un millón los niños a quienes sus padres los tienen congelados desde hace años.
Esos niños, bebecitos recién concebidos, que ya tienen sus dos apellidos, su sexo, los nombres de sus padres, tienen pues, una identidad ya determinada, ya es un alguien a quien los padres podrían llamar por su nombre. Sin embargo los padres los tienen encerrados, y no precisamente en un clóset, sino en un congelador.
Es así que me imagino a uno de estos niños a quien pondremos por nombre ílvaro Esquimal, quien ya tiene dos hermanos, Raúl y Carmencita de 6 y 8 años de edad. Ellos quisieran abrir la puerta de la refri para dejar que salga Alvarito, pero los padres no acceden a su petición. Los dos hermanitos impresionados al darse cuenta de que ílvaro seguirá allí encerrado sintiendo mucho frío, no comprendían la ingratitud de sus padres a quienes rogaban que lo dejaran libre para que estuvieran todos juntos en familia. Raúl le contó a sus papás que había soñado que Alvarito, tiritando de frío le hablaba y se quejaba, entre otras cosas, de que le dijeran «embrión», «yo no soy un rudimento» le reclamaba Alvarito, » yo aunque mucho mas pequeño que tú, soy un niño como tú, y aunque ahora tengo forma de una chibolita y por eso me apodan embrión, soy todo un niño y soy tu hermano y yo quiero vivir para jugar, correr, y reír con ustedes y con mis papás. Yo ya tengo todos los dones y talentos como tú y aunque ahora en potencia, aquí están y ya no tardarán en florecer, y desarrollarse. Así como igualmente sucederá con Carmencita nuestra hermanita, en quien todavía no han florecido sus senos, y todavía no menstrúa, pero ellos, nuestros papás, están seguros que es una mujercita completísima a quien no permitirían que la metieran a un congelador. Ayúdame a salir de aquí y ya verás que todo lo que te digo es cierto, pero decile a mis papás que no me digan embrión, porque yo no soy un rudimento, yo soy su hijo, un niño completísimo con todos los atributos como tú y Carmencita. Así que, decile a mis papás, que piensen en mí como su hijo el bebé».
En un intento para aclarar, los anteriores mensajes compare usted, estimado lector, el significado de cada una de las siguientes dos aseveraciones. La primera: «En los EE.UU. hay, hoy mismo, 400 mil embriones congelados». La segunda: «En los Estados Unidos hay hoy mismo 400 mil niños congelados».
Cuando se nos habla de niños congelados, esa afirmación nos impresiona. No sucede lo mismo cuando se habla de embriones congelados.
Es que el término «embrión» es descalificativo y no conlleva el significado inherente en el término «niño», que provoca cariño y respeto.
¿Se habrá dado cuenta Barack Obama de la trascendencia de su decisión al permitir que a uno de esos congelados se le descongele para arrancarle, sin su consentimiento, un órgano, una célula de las 16 que en ese momento lo conforman?