El presidente estadounidense Barack Obama se juega hoy parte de su capital político con un decisivo discurso para defender su reforma de los servicios de salud ante el Congreso reunido en pleno, tras un mes de agosto aciago.
«El discurso está destinado a asegurarse de que los estadounidenses sepan claramente lo que nos proponemos (…) Y a disipar ciertos mitos y, para ser franco, las tonterías que circulan desde hace un tiempo», declaró Obama en una entrevista difundida en la cadena ABC.
Obama hablará ante las dos cámaras del Congreso, una iniciativa inusual, destinada a imponer autoridad en un debate que se le escapó de las manos en las últimas semanas.
Las protestas ciudadanas a lo largo y ancho del país, que los demócratas achacan a una campaña organizada de la oposición republicana, han acabado por confundir a la opinión pública y representado una pérdida de popularidad apreciable para Obama, sin que el resto de su ambiciosa agenda política se haya movido apenas.
El regreso a la actividad en el Congreso está supeditado a este discurso, coinciden partidarios y enemigos de la mayor propuesta de reforma del sector sanitario en décadas.
Obama deberá ante todo explicar claramente, tras meses de contradictorias iniciativas legislativas, porqué es necesaria una salud pública gratuita para todos, cómo afectará eso al poderoso sector privado y, sobre todo, cómo y quién debe pagar esa opción.
El presidente «describirá ideas específicas que, creo, harán reflexionar a la gente», prometió el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs.
«Es igualmente crucial que el Congreso pague la reforma sin trampas como que le dé la forma adecuada para que los costes de la sanidad cesen de crecer de forma tan rápida», sugirió el diario Washington Post en su editorial.
El intenso debate en torno a la sanidad, en un país donde los costes per cápita son los más elevados del mundo, pero donde unas 46 millones de personas no tienen seguro médico, ha puesto al descubierto las dificultades de Obama para conciliar puntos de vista extremos.
«La Casa Blanca ha intentado reformular su mensaje sobre la sanidad demasiadas veces. Está claro que el problema no es el discurso, sino lo que están vendiendo», criticó el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell.
«El pueblo estadounidense quiere que volvamos a empezar», añadió.
Las propuestas de los demócratas llevarán a la creación de «tribunales de la muerte» (encargados de decidir quien puede y quien no puede ser atendido, ndlr), denunció la ex candidata a vicepresidente y ex gobernadora de Alaska, la republicana Sarah Palin.
Ese tipo de declaraciones, que crispan el ambiente político, lograron irritar a un Obama que hasta ahora guardaba su fama de imperturbable y de buen negociador.
Por el lado demócrata, el desafío también es considerable para el presidente.
«Creo que una opción de salud pública es esencial para que nuestro proyecto de ley sea aprobado en la Cámara de Representantes», dijo la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, tras reunirse con Obama en la Casa Blanca ayer.
Obama se inclina también por una propuesta de sanidad pública universal, para introducir competencia ante los cuasi-monopolios privados en muchos estados del país.
Pero esa propuesta no tiene los votos necesarios por el momento, ni siquiera entre la mayoría demócrata.
Solamente el 50% de los estadounidenses apoyaba esa propuesta a principios de agosto.
El sector de la salud en Estados Unidos representa unos 2,5 billones de dólares anuales, el 17% del PIB del país en 2008, y el gasto per cápita ascendió en 2007 a 7.290 dólares, el más alto del mundo, según datos de la OCDE.
En comparación, el gasto medio de salud en los países desarrollados (OCDE) es en torno al 8,5% del PIB.
El 45% del gasto sanitario estadounidense lo asume el sector público, que cuenta con 11 agencias diferentes, entre las cuales destacan Medicaid (cobertura para los más pobres, de competencia estatal) y Medicare (para mayores de 65 años, de competencia federal).
El 55% restante lo asumen aseguradoras y empresas privadas.
Los estadounidenses no están obligados por ley a nivel nacional a contar con un seguro médico. Son las empresas las que pagan la cobertura privada junto a los trabajadores.
En promedio, el coste de un seguro médico para una familia de cuatro miembros es de unos 13 mil dólares al año, 30% del cual normalmente asume el propio trabajador.
En términos de esperanza de vida, Estados Unidos ocupa el puesto número 25 de los 30 países de la OCDE (78,1 años de media para hombres y mujeres).
En cambio, la investigación en salud en el sector privado, la más avanzada del mundo, permite a los estadounidenses disponer de las tasas de supervivencia de cáncer más altas entre los países desarrollados.
Un total de 45,7 millones de estadounidenses (en torno al 15% de la población) no disponen de seguro médico privado.
Sin embargo, los expertos discuten la dimensión exacta de esa cifra, puesto que un tercio aproximadamente son inmigrantes, y en torno a otro tercio dispone de ingresos anuales suficientes como para pagarse un seguro, pero prefiere no hacerlo (datos del Censo estadounidense, 2008).
El programa Medicare representó en 2007 un gasto de 431 mil millones de dólares, Medicaid de 329 mil millones, según la Secretaría de Salud. Eso representó un aumento del 7,2% y 6,4% anual respectivamente, muy por encima de la inflación, uno de los argumentos del gobierno de Barack Obama para defender la necesidad de una reforma.
Las primas de seguro privado (el gasto de cada hogar) ascendieron también 6% en 2007.
El 12% de los gastos sanitarios lo pagan los estadounidenses de su propio bolsillo, según cálculos de la Secretaría de Salud.