Aunque la posibilidad de que pudieran formar binomio es realmente mínima, hoy Barack Obama y Hillary Clinton viajaron juntos a un pequeño poblado del Estado de New Hampshire llamado Unity para iniciar el esfuerzo conjunto de derrotar al candidato republicano John McCain en las elecciones de noviembre próximo. El gesto es realmente simbólico para buscar la unidad de los demócratas alrededor del primer candidato negro postulado por alguno de los dos grandes partidos y para atraer a los seguidores de la señora Clinton.
ocmarroq@lahora.com.gt
La lógica elemental diría que las probabilidades de Obama son inmensas porque el bolsillo de los norteamericanos está sintiendo el efecto de una crisis sin precedentes que tiene raíz, sobre todo, en el dispendioso gasto público para financiar la aventura guerrerista de Bush en Irak. Cierto es que los republicanos tratan de explicar de otras formas la crisis y de culpar a los países productores de petróleo, pero la verdad profunda está en que mientras el dólar se siga debilitando por efecto del déficit fiscal, será imposible que pueda llegar una estabilidad en los precios del crudo.
Pero una cosa es la lógica elemental y otra muy distinta es la experiencia que tienen los partidos políticos en los Estados Unidos y la ventaja enorme que hoy lleva Obama en las encuestas, que le dan preferencias de más del diez por ciento sobre su rival republicano, puede esfumarse en el marco de una agresiva campaña en la que lo pongan contra las cuerdas especialmente apelando al factor del miedo que han sabido explotar en las últimas contiendas. En efecto, ya el mismo Bush al hablar ante el parlamento de Israel dijo que alentaba al terrorismo la actitud de algunos inexpertos políticos que consideraban posible dialogar con los ejes del mal, en referencia clara a lo que Obama dijo varias veces respecto a su disposición de hablar con todos los dirigentes mundiales sin condiciones previas.
El candidato demócrata tendrá que afinar dos puntos concretos en su agenda para la campaña. Por un lado tendrá que ser más conciso al hablar de la economía y de las medidas que pueda tomar para paliar de alguna manera los efectos de la crisis y por el otro tendrá que rodearse de pesos pesados de la política exterior para superar las sindicaciones que se le hacen de inexperiencia y candidez en su visión del mundo y del papel que debe jugar Estados Unidos. Cierto es que en la medida en que se vaya rodeando de esos «expertos» perderá buena parte de la frescura de su planteamiento que lo hace tan radicalmente distinto al resto de políticos como el color de su piel, pero sabiendo que se viene una andanada en su contra por el tema de la experiencia en el manejo de la política exterior en tiempos de guerra contra el terrorismo, es indudable que deberá encontrar la forma de aplacar las dudas de los electores.
A favor de Obama está el tiempo, indudablemente, porque no se ve por dónde la crisis económica pueda ser superada antes de noviembre próximo y cada centavo que aumenta el precio de la gasolina en las bombas es un aliciente más para que los electores quieran sacar a los republicanos del poder. Pero no puede ni debe descartarse la enorme capacidad que tiene la maquinaria republicana para sembrar terror y para destruir a sus contendientes con golpes bajos y falacias porque allí puede estar al final el quid de la elección.