El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, puso ayer la primera piedra de un ambicioso plan de reforma de la salud pública, con la nominación de una nueva secretaria, Kathleen Sebelius, y un plan multimillonario que se extendería durante una década.
Sebelius, gobernadora de Kansas, deberá enfrentarse al «aplastante costo del sistema de salud, que causa una bancarrota en Estados Unidos cada 30 segundos» y que a causa de sus costos «podría causar que 1,5 millones de estadounidenses pierdan sus casas a finales de año», dijo Obama en la Casa Blanca.
«El sistema de salud es uno de los gastos que crece más rápidamente en el presupuesto federal, y simplemente no podemos sostenerlo», añadió.
La próxima secretaria de Salud, de ser aprobada por el Senado, tendrá como principal objetivo trabajar «tanto con los demócratas como los republicanos para reducir los gastos, extender la cobertura y mejorar la calidad del sistema de salud para todos los estadounidenses», explicó un comunicado oficial.
Obama nombró también a Nancy-Ann DeParle, presentada como una de las expertas más eminentes del país sobre temas sanitarios, como directora de la Oficina presidencial a cargo de la reforma del Sistema de Salud.
El presidente convocó una reunión bipartidaria para el jueves, con legisladores de los partidos Demócrata y Republicano, para presentarles un vasto plan que va mucho más allá de su mandato de cuatro años.
Obama quiere que el Congreso apruebe 634 mil millones de dólares de gasto para la próxima década, para situar al sistema público en el corazón del gigantesco sector sanitario estadounidense.
«Si queremos ayudar a las familias, salvar empresas y mejorar la salud económica de nuestra nación, debemos darnos cuenta de que reparar nuestro sistema de salud pública no es tan sólo un imperativo moral, sino un imperativo fiscal», explicó el presidente.
Con estos dos nombramientos, Obama reemplaza al ex senador Tom Daschle, quien iba a ocuparse simultáneamente de ambos cargos, pero que presentó su dimisión tras un embarazoso episodio de fraude fiscal.
La apuesta del presidente estadounidense es arriesgada, puesto que previos mandatarios demócratas han fracasado en el mismo intento.
Los 634 mil millones de dólares que pide Obama servirán para universalizar los cuidados médicos en un país que tiene los mejores médicos del mundo, pero en el cual 46 millones de habitantes no tienen un seguro médico, según datos de un grupo partidario de la reforma, la Coalición Nacional para la Salud Pública.
Obama, que ya ha presentado un sustancioso programa de gastos para el sector financiero, hipotecario y energético, corre el riesgo de enfurecer a los republicanos con esta nueva lista de deseos.
Las nominaciones fueron saludadas por el Partido Demócrata, pero el Comité Nacional Republicano distribuyó estudios que acusan al presidente de querer echar a un pozo centenares de miles de millones de dólares, que deberán salir de los impuestos.
La última reforma sanitaria que intentaron los demócratas fue bajo la presidencia de Bill Clinton, quien, en momentos en que Estados Unidos contaba con un superávit presupuestal histórico, encargó el asunto a su esposa Hillary.
El recuerdo de ese estrepitoso fracaso da sudores fríos a muchos demócratas, pero a favor de Obama en esta ocasión están las estadísticas, que muestran que el sistema de salud pública se enfrenta a una probable bancarrota si no es reformado.
Para financiar la operación, Obama propone acabar con las exenciones fiscales para los ingresos más altos a partir de 2011, y reducir papeleo y ciertos programas sanitarios.