Timothy Geithner, nominado hoy como secretario del Tesoro por el presidente electo, Barack Obama, aportará experiencia internacional y la perspicacia de un tecnócrata de los mercados a ese puesto clave en los actuales momentos de crisis económica mundial.
«Tim no perderá tiempo en ponerse a trabajar a toda marcha», indicó Obama, al nombrar a Geithner como «el principal portavoz económico de mi gobierno», en una conferencia de prensa.
El veterano presidente de la Reserva Federal de Nueva York ha estado en el centro de la batalla de las autoridades estadounidenses por calmar a los nerviosos mercados financieros, al supervisar el aumento de la intervención del banco central en los meses recientes.
Geithner, quien a los 47 años también se desempeña como vicepresidente del Comité Federal de Política Monetaria de la Fed, fue una pieza clave en las negociaciones que desembocaron anoche, en un plan del gobierno estadounidense de rescate del banco Citigroup.
Asimismo, llevó la batuta en los pasados rescates este año del gigante de los seguros AIG y de Bear Stearns, y en la decisión de dejar colapsar a Lehman Brothers.
Pero también es un viejo colaborador del Tesoro, al haber escalado posiciones en el gobierno estadounidense desde 1988 hasta 2001, y haber llegado a ocupar la subsecretaría de Asuntos Internacionales.
«Para todos los cambistas, esto significa que estuvo a cargo de la política del dólar estadounidense y tiene gran conocimiento de los mercados cambiarios», indicó Andrew Busch de BMO Capital Markets.
«Al contrario de la época de los novatos Paul O»Neill o John Snow, no habrá muchos errores que permitan hacer dinero fácil», indicó, al referirse a los dos primeros secretarios del Tesoro de George W. Bush.
Si es confirmado por el Senado, Geithner reemplazaría en enero en el cargo al republicano Henry Paulson y recibiría la misión de administrar el paquete de rescate bancario de 700 mil millones de dólares, que hasta los momentos no ha logrado disipar los temores de una recesión larga y dolorosa.
Mucho antes de que la actual crisis hiciera erupción a mediados de septiembre, Geithner advirtió que los sistemas financieros de Estados Unidos y el mundo se encontraban «en un muy desafiante periodo de ajuste».
Geithner nació en Brooklyn, Nueva York, en 1961. Su infancia y juventud transcurrieron entre Zambia, Zimbabue, India y Tailandia, ya que su padre se desempeñaba como experto para Asia de la Ford Foundation y luego trabajó para la agencia estadounidense para el desarrollo internacional.
Se graduó en estudios asiáticos en el Dartmouth College.
«La experiencia internacional de Tim lo hace excepcionalmente calificado» para el Tesoro, en momentos en que la crisis económica se expande por el planeta, dijo Obama.
Geithner, casado y con dos hijos, secunda a Obama en su llamado a un balance entre innovación y estabilidad para manejar los rebeldes mercados financieros.
«Nuestro sistema financiero tiene muchas virtudes, y necesitamos examinar vías para explotarlas al tiempo que hacemos que el sistema sea más resistente frente a impactos futuros», dijo Geithner en julio durante una comparecencia ante un comité de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense.
Entre los privilegios del ciudadano promedio a los que tendrá que renunciar Barack Obama cuando asuma la presidencia de Estados Unidos, está el de tener una dirección privada de correo electrónico y mantener consigo su teléfono «inteligente».
«En el momento en que entre a la Casa Blanca, el presidente deberá cambiar su estilo de vida completamente, porque se debe ajustar a las fuertes medidas de seguridad, sobre todo en términos de comunicación», explica Diane Owen, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Georgetown y especializada en tecnología en la Casa Blanca.
«Su vida ya no será realmente suya durante los próximos cuatro y tal vez ocho años», asegura.
Entre las preguntas que se hace todo Washington, figura también el destino que le deparará Barack Obama, fanático de la comunicación electrónica, a su teléfono Blackberry desde el que constantemente envía y recibe correos electrónicos.
Desde la adopción de la ley de archivos presidenciales (PRA) en 1978, tras el escándalo de Watergate en el que Richard Nixon destruyó numerosos documentos, toda la correspondencia en papel o electrónica del presidente es un archivo de dominio público.
Estas correspondencias escritas, registradas o electrónicas de los más altos funcionarios de Estado, son teóricamente accesibles al público 12 años después de su producción. Y sobre todo, pueden ser exigidas por el Congreso o la justicia en el curso de una investigación.
Así, el gobierno actual es objeto de una denuncia ante la justicia para que Dick Cheney, el vicepresidente, no destruya los documentos de su administración dado que él mismo afirma que no tiene que someterse a esta ley porque no pertenece a «la rama ejecutiva» del gobierno.
A la inversa, el ex secretario de Justicia Alberto Gonzales tuvo que presentar al Congreso, el verano boreal pasado, los correos electrónicos que pusieron de manifiesto su implicación en el despido arbitrario de fiscales, uno de los escándalos que lo forzaron a dimitir.
Conservar un uso personal del correo electrónico implica por tanto la posibilidad de exponerlos tarde o temprano, tanto los enviados como los recibidos.
Por eso, a fin de evitar fugas o intrusiones en el e-mail presidencial, es muy probable que Barack Obama se resigne a guardar su Blackberry y renunciar al correo electrónico desde que asuma sus funciones el 20 de enero, como hizo su predecesor.
El presidente saliente, George W. Bush, «envió un mensaje a sus amigos el día anterior a su investidura en el que les decía, a grandes rasgos: «Adiós. Nos vemos en algunos años»», cuenta Owen.
«Le aconsejaría (a Obama) que use el correo electrónico lo menos posible, porque podrá intercambiar cosas muy interesantes con sus amigos y su familia, pero dada la prensa que tenemos, esto podría malinterpretarse muy fácilmente», explica Owen.
Además, según Owen el uso del e-mail es indispensable para un candidato que se desplaza constantemente durante su campaña, pero no para un presidente.
«Cuando se es presidente, el horario ya está regulado al milímetro», explica la historiadora.