A medida que se desvanecen las perspectivas de una verdadera reforma migratoria, el presidente Barack Obama comienza ceder a las exigencias de algunos de sus aliados más firmes y buscar alternativas para obrar sin el Congreso a fin de reducir el sufrimiento que causan las deportaciones.
Al término de una reunión en la Oficina Oval con tres legisladores hispanos, la Casa Blanca hizo un anuncio a altas horas de anoche: Obama ha instruido a su jefe de Seguridad Nacional, Jeh Johnson, que revise el programa de deportaciones del país, con vistas a encontrar alternativas más humanas para aplicar la ley sin desobedecerla.
La posición era imprevista por corresponder a un mandatario que apenas había dicho la semana pasada que en lo tocante a las deportaciones, él había hecho lo que estaba al límite de sus facultades presidenciales.
Aunque prefería una salida legislativa a una de las principales prioridades de Obama, la Casa Blanca había querido evitar este curso, a sabiendas de que cualquier medida que Obama adopte y sea percibida como una extralimitación sólo dará a los republicanos pretextos para eludir una solución al tema migratorio.
Después de todo, el Partido Republicano describe a Obama como un presidente que obra sin control, al citar la infinidad de cambios a la ley de salud del presidente y la decisión de éste de permitir la permanencia de los hijos a los que sus padres sin residencial legal llevaron a Estados Unidos.
Sin embargo, se ha intensificado lo que comenzó como la queja ordinaria de un electorado que figura entre el más leal a Obama ya que prominentes dirigentes hispanos describen a Obama como el «deportador en jefe».
Los simpatizantes de la reforma migratoria que por mucho tiempo han dado a Obama el beneficio de la duda, decidieron que a pesar de ser persistentes han sido insuficientes los esfuerzos del mandatario para obligar a los legisladores a que actúen, y ya no están dispuestos a esperar al Congreso.
«Está claro que las peticiones de la comunidad (hispana) han llegado al presidente», dijo el representante Luis Gutiérrez, demócrata de Illinois, quien afirmó que la Casa Blanca estuvo «dormida mucho tiempo».
Se desconoce hasta dónde avanzará Obama, o que opciones están aún disponibles para —sin consentimiento del Congreso— adoptar medidas que mitiguen el dolor que causan las deportaciones.
Funcionarios de la Casa Blanca declinaron responder el jueves a preguntas sobre las acciones a las que podría recurrir el gobierno para hacer las deportaciones más humanas o sobre si existe algún plazo para que Seguridad Nacional concluya un inventario y presente un informe a Obama.
Sin embargo, activistas de inmigración posiblemente renovarán su llamado para que Obama suspenda las deportaciones de padres de hijos traídos ilegalmente a Estados Unidos, entre otras medidas.
«El presidente enfatizó su profunda preocupación sobre el dolor que causa a muchísimas familias las separaciones resultantes de nuestro inadecuado sistema de inmigración», de acuerdo con un comunicado que leyó el secretario de prensa de Obama, Jay Carney.
Las conversaciones comenzarán el viernes, cuando Obama tenga previsto reunirse con organizaciones que trabajan para lograr la aprobación de una legislación migratoria bipartidista.